Esta semana tuve mi primera experiencia en un cine fuera de Uruguay. Los chicos con los que estoy viajando querían ir a ver “La La Land”, por lo que me pareció una buena idea acompañarlos y de paso ver qué tan diferente era la experiencia.
El precio de la entrada es bastante similar a la que podemos encontrar los fines de semana en nuestro país —aunque es verdad que en Uruguay hay muchas posibilidades diferentes para conseguir 2x1 —. Con la identificación de estudiante, en Cambridge, la entrada a función 2D cuesta unos $290, $20 más que en Uruguay. Los snacks son caros, ya que el combo de pop y refresco, ambos grandes, cuesta casi $330, mientras que el precio que pagan los uruguayos por los mismos productos es de $195. De todos modos, un detalle no menor, el pop grande en Cambridge incluye sistema de refill, es decir, se puede rellenar…
Las salas son iguales, la calidad de los proyectores y asientos también; en ese sentido, no hay nada que envidiarle a los ingleses.
La gran diferencia está en los avisos publicitarios previos al comienzo de la película. Estamos acostumbrados a bancar la ansiedad unos diez minutos entre spots y trailers... En Inglaterra lo hacen por media hora. Pero, lo más increíble de todo —bah, quizás no tanto —es que, incluso sabiendo esto, prácticamente todos los que pagaron por la entrada ingresan a la sala a la hora establecida, es decir, 30 minutos antes de que arranque la película.
Así es que la costumbre, la gran diversidad de público —Cambridge se caracteriza por albergar a estudiantes de todas partes del mundo — y la disponibilidad horaria se prestan para que marcas como Chanel, BMW, Nike o Ikea inviertan en publicidad en un medio al que tiempo atrás le habían adelantado su caída frente a la piratería y los avances tecnológicos.
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