“Desde chico le acompañaba a mi papá, siempre estuve presente en su carrera y mi sueño era ser como él, estar en un vestuario de fútbol”, dijo. Lejos de ser una idea pasajera de la infancia, ese deseo se consolidó con el tiempo y se convirtió en su meta de vida. Aunque no recuerda con exactitud el momento en que tomó la decisión definitiva de dedicarse al fútbol, reconoce que el deporte fue siempre parte integral de su vida: “No tenía otro juego que no sea fútbol, ya sea en el colegio, con mis primos, con amigos o con los vecinos”, recordó.
Ni siquiera los juegos digitales escapaban a su pasión. Sin embargo, confiesa que también sintió miedo: el temor de no llegar, de no cumplir ese único sueño que había concebido desde niño. “Gracias a Dios se me dio. Estoy muy feliz por eso, pero sinceramente no sabría qué habría sido de mí si no lograba ser futbolista”, expresó.
La figura de su padre no es solo un referente íntimo, sino también una presencia constante en su carrera. “Donde voy, siempre hay comentarios lindos hacia él. Todo el mundo habla bien de mi papá”, aseguró. Esos elogios no solo lo llenan de orgullo, sino que también le abrieron puertas: “Eso me ayudó mucho a llegar y a que yo también pueda seguir sus pasos”.
Sin embargo, llevar un apellido con historia también implica comparaciones. “Siempre hay esas comparaciones, tenemos una posición similar, no es igual pero sí similar, y siempre hay esas comparaciones, pero trato de tomarlo de la mejor manera. Él siempre ve mi juego de otra manera, no como la de él, entonces trato de agarrar lo que dice mi padre acerca de eso”, comentó.
Aunque su formación inicial fue en Ecuador (país donde residía con su familia durante la carrera de su padre), el verdadero despegue comenzó en Paraguay. Inició en una escuela de fútbol de barrio, cerca de su casa, pero sin presiones. “Mi papá nunca me exigió, me dejó aprender a mi ritmo, por eso tardé en fichar por un club”, recordó.
Su primera experiencia competitiva fue en las inferiores de Cerro Porteño, pero no logró quedarse allí. Entonces llegó a Nacional, donde su carrera profesional tomó forma. A los 18 años subió a Primera División, aunque el debut no fue inmediato: “Tuve que esperar como ocho o nueve meses”. Con la llegada del técnico Rodrigo López, logró afirmarse y ganarse un lugar en el plantel. “Ahí empecé a ser reconocido por técnicos, periodistas y más personas, y eso ayudó a mejorar mi rendimiento”, contó.
Como cualquier futbolista con hambre de crecer, Carlos Espínola tiene metas claras: “Quiero ser transferido al exterior, hacer un buen papel acá en Paraguay y algún día jugar con la Selección”, enfatizó.
Más allá de su carrera como jugador, Espínola también piensa en el futuro del fútbol paraguayo y en su rol dentro de él cuando se retire: “Sí me veo formando a otros jóvenes. Paraguay está resurgiendo futbolísticamente, y me gustaría seguir vinculado al deporte”, indicó.
Confía en el proceso que está atravesando el fútbol nacional. “Hubo un momento en que estábamos en un nivel muy alto, luego bajamos, pero hoy estamos resurgiendo. Nos estamos ganando nuevamente el respeto de las selecciones”, concluyó.