Vicenta Rodríguez sobre el ñai’ũpo: “Nuestro sueño es un Taller Escuela de Cerámica, que esto no termine cuando nosotras ya no estemos”

(Por BR) La técnica de alfarería ñai’ũpo es una práctica ancestral que se transmite de generación en generación, principalmente entre mujeres artesanas de Itá y Tobatí. Consiste en la elaboración de piezas de cerámica, como cántaros y utensilios, utilizando métodos tradicionales que incluyen la recolección de arcilla. En Itá persiste esta tradición que pasa de madre a hija. El ñai’ũpo, que se hace a partir de arcilla negra es un legado que mantiene viva Ña Vicenta Rodríguez, con otras 11 familias artesanas en Kambuchi apo.

El 9 de diciembre de 2025, la Unesco declaró esta práctica como Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere salvaguardia urgente, un hito que reconoce tanto su valor cultural como la fragilidad de su continuidad.

Ña Vicenta Rodríguez, quien se desempeña como socia fundadora de Kambuchi Apo, un colectivo que desde 2002 reúne a estas 11 artesanas y sus familias en torno al barro, al fuego y a la memoria de sus antepasados, comentó cómo fueron sus inicios, “yo aprendí al lado de mi mamá, como ella aprendió de la suya. Esta es una técnica que viene de mi bisabuela. El ñai’ũpo proviene de ñai’ũ, que significa arcilla negra, y po, que se refiere al trabajo hecho a mano, ñai’ũpo quiere decir hacer con la arcilla negra”.

A pesar de su importancia histórica y simbólica, la continuidad de esta técnica enfrenta la escasez. La arcilla negra utilizada por las artesanas se encuentra en zonas esterales en Itá en propiedades privadas. Durante décadas, las familias ceramistas accedían a ella gracias a acuerdos informales con los dueños de los terrenos. Pero esa realidad cambió.

“Hace 10 o 12 años, el intendente nos compró dos lotes para que podamos extraer el barro. Pero esos lotes ya se terminaron, porque de ahí sacábamos todas las artesanas iteñas”, explicó Ña Vicenta. Hoy dependen nuevamente de un estero privado, sin garantías legales para acceder. “Nuestra preocupación es que un día vayamos a buscar la arcilla y el dueño cierre, construya o diga que ya no se puede entrar. No tenemos un papel que nos respalde”, mencionó.

Esta amenaza fue precisamente uno de los argumentos que sustentaron la postulación del ñai’ũpo ante la Unesco, iniciada en 2021 y respaldada por la Secretaría Nacional de Cultura. La inscripción en la lista de salvaguardia urgente a parte de reconocer su valor, habilita al Estado y a organismos internacionales a impulsar políticas de protección y acceso a la materia prima.

“El proceso del ñai’ũpo es largo y minucioso, comienza con la extracción del barro, continúa con la preparación de la arcilla, el amasado, el modelado y finalmente la cocción en hornos artesanales. Cada pieza puede requerir varios días de trabajo”, detalló Ña Vicenta.

“Muchas veces la gente pregunta por qué tiene ese precio, pero no conocen todo el proceso”, dijo la artesana. Para educar y sensibilizar, Kambuchi Apo elaboró dos libros con apoyo de Fondec: Kambuchi Apo (2020), que relata todo el proceso de elaboración, y Ñaʼũpo rapé (2023), presentado en guaraní, castellano e inglés. “Soñamos con que nuestro libro llegue a otros países”, aseguró.

Desde su fundación en 2002, Kambuchi Apo trabaja como una verdadera comunidad. Cada una de las 11 mujeres cumple un rol distinto, algunas preparan la masa, otras modelan piezas pequeñas o grandes, pero todas comparten los ingresos de forma equitativa. Su sede, inaugurada en 2003 gracias al apoyo de la Diputación de Málaga, funciona como centro de producción, exposición y también como espacio educativo.

El sueño de las artesanas es convertir el lugar en un Taller Escuela de Cerámica, donde nuevos estudiantes puedan aprender la técnica y garantizar la continuidad del oficio. Para ello ya ofrecen talleres de tres horas para grupos de al menos cuatro personas, enseñando desde la preparación de la arcilla hasta la elaboración de pequeñas piezas utilitarias. Su misión es clara: revivir el uso cotidiano de la cerámica tradicional.

“Hacemos cántaros, cazuelas, tatakuás portátiles, braceros… Nuestra materia prima sirve para el fuego directo. Queremos que la gente vuelva a usar lo que se usaba antes”, dijo Ña Vicenta. “Que esto no termine cuando nosotras ya no estemos. Que siga viva”, enfatizó. 

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