Sobre el consumo interno de tomate, Roa mencionó que existe un promedio mensual de 6 millones de kilos, que son abastecidos por la producción nacional y por la producción de países vecinos, como Argentina o Brasil.
La producción nacional se encarga de proveer hasta un 15% de esta demanda, y lo restante se completa con la importación de tomates. “Esto sucede porque en esta temporada se comercializan los últimos remanentes de la producción local, y recién a partir de julio se vuelve a incrementar la participación de los productores locales en la provisión”, remarcó el director.
“El promedio habitual suele ser ese (G. 80.000 a 90.000), aunque la semana pasada tuvimos una caída en los precios, ya que se comercializó entre G. 60.000 y G. 70.000 por caja. Esto guarda directa relación con la calidad del producto”, sostuvo.
Si la variación en los precios del tomate en los países vecinos puede incidir en el mercado interno, Roa explicó que en temporadas en las que se depende bastante de la producción externa, podría existir una injerencia en los valores finales.
No obstante, Roa aseguró que generalmente se mantiene la estabilidad, porque los importadores buscan los tomates de mejor calidad y mejor precio.
“El tomate es un producto muy dependiente del clima, por eso se registran las variaciones en los precios”, manifestó.
Un tema estratégico, según Roa, es que los permisos de importación de tomate –otorgados por el Senave– se calculan en base a estadísticas (de oferta-demanda) que posee la institución. De esa manera se conceden permisos únicamente sobre la cantidad de productos requeridos y se resguarda la producción local en todo momento, declaró.
“Siempre tratamos de mantener precios razonables, de manera a favorecer a los consumidores locales. Igualmente, trabajamos arduamente en controlar que el tomate que ingresa al país sea de la mejor calidad”, expresó.