La atmósfera previa al duelo del domingo quedó impregnada por la combinación de expectativas deportivas y económicas: ganar el clásico era no solo una cuestión de rivalidad e historia, sino también una oportunidad concreta de bonificación para el plantel de Cerro Porteño. Los jugadores entraron al estadio con la motivación potenciada, conscientes de que el triunfo se traduciría en una recompensa tangible.
Sin embargo, el escenario quebró en el terreno de juego: el clásico terminó con un empate 1-1 en el estadio La Nueva Olla de Barrio Obrero, en la decimoséptima fecha del torneo Clausura. Esa igualdad implicó que el prometido “premio triple” no se activara: el triunfo no se consumó, y con ello quedó suspendida la entrega del incentivo a los jugadores.
Para Cerro Porteño, el empate significó más que un empate: la escuadra azulgrana acumuló nueve partidos sin vencer a Olimpia en su propia casa (cuatro derrotas y cinco empates) y perdió la ocasión de recortar distancias en la lucha por el título. Esa estadística negativa se combina con la frustración económica: el esfuerzo por el incentivo quedó sin resultado.
Por su parte, Olimpia, que jugó casi todo el partido con diez hombres, logró sacar un punto mucho más valioso de lo que sufre el marcador y se ubica mejor encaminado hacia objetivos internacionales. En ese contexto, el hecho de que el “premio triple” no se entregara parece más que una cuestión salarial: aparece como un símbolo de que la motivación extra se hubiese convertido en una carga añadida para un resultado que, finalmente, no cambió el curso del clásico.
Resulta relevante destacar que la existencia del incentivo fue tema de discusión pública antes del partido, lo cual generó ecos entre los hinchas, la prensa y los propios jugadores. El planteo de pagar un monto individual tan elevado elevó las expectativas —y también las consecuencias del fracaso de alcanzarlo. En ese sentido, el anuncio terminó por amplificar la tensión alrededor del clásico.
Aunque el pago no se concretó, quedan varias lecturas: la promesa del premio pudo haber influido en la preparación del equipo, en la presión sobre los jugadores y quizás en el enfoque táctico del entrenador Jorge Bava al momento de encarar el encuentro. Sin embargo, al no concretarse el ‘gatillo’ del triunfo, la estrategia (de incentivos y rendimiento) no cumplió su objetivo.
En definitiva, la nota de este clásico para Cerro Porteño es doblemente amarga: por un lado, la incapacidad de vencer al eterno rival en casa; por otro, la ilusión de un premio económico que se esfuma junto con la ilusión de la victoria. El anuncio del “premio triple” terminó convertido en un recordatorio de que en los clásicos, ganar o perder va más allá del marcador: también implica honor, expectativa y, en este caso, una promesa incumplida.