Quiñónez es licenciada en Educación Física y Deportes, y marcó un hito en 2023 al convertirse en la primera mujer en arbitrar un partido de hombres en la primera división de la APF. Además, es árbitra con insignia de FIFA desde 2012.
Años atrás el fútbol era prácticamente sinónimo de masculinidad, como que llevaba un parche que decía “sólo para hombres”. Pero en los últimos años, eso fue cambiando y hoy las mujeres también marcan presencia, como futbolistas y hasta como árbitras.
Es el caso de Quiñónez, quien en Paraguay empezó a romper paradigmas abriéndose camino en un deporte en el que ver una mujer impartiendo justicia en un juego de hombres, no era para nada común.
Hoy lleva ya 17 años de labor, con cinco partidos en la primera división del fútbol paraguayo como árbitra principal, además de participaciones en competencias internacionales. Definitivamente, una mujer sin prejuicios que luchó y logró su meta.
¿Qué significa ser árbitra de fútbol?
Significa un desafío todos los días, por todo lo que implica ser árbitra y dirigir fútbol masculino. Requiere una preparación integral (física, técnica y psicológica). Pero considero que hoy en día verle a una mujer en el terreno de juego ya no es novedad. La mayoría de los jugadores que pasaron por las formativas están acostumbrados a que una mujer dirija su partido, es un proceso que se dio y que me parece muy favorable.
¿Qué barreras se presentaron para llegar a tus objetivos?
Una de ellas es la falta de confianza y credibilidad que tenemos al ingresar al terreno de juego. Eso se fue disipando con el tiempo, cuando fuimos demostrando que la capacidad no se trata de género y, por ende, fuimos ganando terreno en un ámbito mayormente varonil.
¿Cuál es el trato que recibís de parte de los futbolistas pitando?
La verdad es que no noto ninguna diferencia en el trato. Siento que el manejo en el terreno de juego es totalmente igualitario y eso lo tengo claro. Para mí el respeto es muy importante y eso trato de practicar para merecer lo mismo.
¿Qué implica representar internacionalmente, tanto al país, como a las mujeres paraguayas?
Ser una representante internacional implica mucha responsabilidad, es ahí donde una ya no dirige por una misma sino también por el compromiso de dejar en alto a nuestro país. Es el momento en el que una se convierte en el rostro del arbitraje femenino paraguayo.
¿Qué les dirías a otras mujeres que piensan seguir tus pasos?
Que confíen en sus capacidades, que no se pongan límites, que trabajen en silencio y que el fruto de su esfuerzo sea el que haga ruido por ellas.