Se trata de un auto eléctrico que puede despegar verticalmente, volar varios kilómetros y luego aparcar en una plaza común. El concepto de “auto volador” lleva décadas prometiéndose sin éxito, pero este modelo cambia la fórmula al centrarse menos en la espectacularidad del vuelo y más en algo mucho más difícil que es convivir con la infraestructura urbana que ya existe.
El Model A Ultralight no pretende ser un híbrido entre helicóptero y vehículo urbano, sino que un coche que no necesita despejar la ciudad para poder elevarse. Sus propulsores están ocultos dentro del chasis y la cabina, suspendida en un sistema de cardán, se mantiene estable mientras el resto del cuerpo rota para orientarse en modo vuelo. El resultado es un diseño extraño, casi insectoide, pero funcional.
La certificación de aeronavegabilidad que la FAA concedió en 2023 fue el punto esencial. No solo validó su capacidad de vuelo, sino que confirmó algo pocas veces visto: es legal circular con él por carretera. Esa doble naturaleza (que sea vehículo terrestre y aeronave ultraligera) le permite moverse por la ciudad sin infraestructura dedicada. No necesita vertipuertos, ni helipuertos, ni corredores aéreos exclusivos ningún tipo de infraestructura sofisticada.
Aunque suene demasiado futurista, la producción no está automatizada. Alef ensambla cada unidad de forma casi artesanal en sus instalaciones de Silicon Valley, fusionando manufactura robótica con un nivel de intervención manual propio de la industria aeronáutica tradicional. Cada componente se somete a pruebas individuales y, antes de entregarse, cada vehículo realiza vuelos completos en condiciones reales.
Es la forma que encontraron de perfeccionar los elementos que más problemas generan en prototipos de movilidad aérea—desde la redundancia eléctrica hasta los sistemas de evasión. Los ingenieros analizan vibraciones, ruidos, tolerancias, estabilidad en cardán y comportamiento de la aeronave en viento cruzado. Lo que hoy se hace con herramientas de precisión y ajustes manuales permitirá, en el futuro, una transición hacia cadenas de montaje más automatizadas.
Las primeras unidades no irán a un mercado masivo, sino a un grupo reducido de clientes pioneros que recibirán formación puntual y específica. Su rol no será solo volar el vehículo sino que también registrar datos y ayudar a mapear las condiciones reales de uso que definirán la siguiente fase de producción. Es una estrategia similar a la de los primeros Tesla Roadster o los primeros aviones eléctricos: antes que un producto cerrado, es un laboratorio volante.
La demanda, sin embargo, ya excede la capacidad de montaje. Con 3.500 reservas registradas—equivalentes a unos mil millones de dólares en ventas potenciales—Alef tiene asegurados varios años de producción anticipada. Pero su apuesta va más allá del Model A. La empresa ya proyecta un sedán eléctrico volador, el Model Z, previsto para 2035 y con un precio estimado de US$ 35.000 .