Por qué los empresarios tienen tan mala reputación

La mayoría de las películas de Hollywood que presentan el mundo de los negocios se enfocan en sus prácticas criminales o inmorales.

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Por Janan Ganesh

Nada te puede hacer sentir la depresión de la mediana edad que ver a tus amigos estableciendo sus propios negocios. Cuando uno de ellos comienza a describir su nueva empresa, cualquier tipo de empleo asalariado palidece en comparación. No se trata de la expectativa de riquezas (las puedes obtener a través del matrimonio); ni siquiera de la libertad que te ofrece tener tu propia empresa: yo tengo menos responsabilidades legales, menos batallas burocráticas, ni tengo que madrugar o lidiar con un pánico de medianoche, ni enfrentar el suplicio de gestionar al personal.

Lo que me atrae es la combinación de diversión y riesgo. Cada decisión es totalmente crucial (sobre todo cuando se trata de reclutamiento) y sólo él las puede tomar. Crear un nuevo producto, trabajar en uncampo que te interesa, cambiar el estilo de vida de las personas: no todos los emprendedores logran hacer estas cosas, pero los que sí lo logran, sólo necesitan alcanzar el punto de equilibrio económico para alcanzar el nivel más alto de la jerarquía de necesidades de Maslow.

Entonces ellos encienden su televisión y ven a un grupo de individuos vestidos llamativamente tratando de impresionar a un aburrido tirano acompañado por dos ayudantes extremadamente serios. Criticar al programa televisivo ‘El Aprendiz’, que suele presentar una imagen desolada de la vida empresarial, no es novedoso ni efectivo. Si su concepto de mostrar idiotas en una jaula parece medieval, no parece molestarles a los televidentes. Este otoño se transmitirá la edición 17 de la serie del Reino Unido. Y un ex presentador de la versión estadounidense es el presidente de EEUU.

Es brillante como una forma de entretenimiento. Pero es totalmente venenoso como una escenificación del mundo empresarial. Todas las relaciones comerciales son presentadas como actividades fraudulentas dignificadas con discursos falaces al estilo de las charlas TED. “No me digas que el cielo es el límite”, exclama uno de los filósofos de la sala de juntas, “cuando ya hay huellas en la luna”. El contenido de cada tarea importa menos que determinar quien es culpable después. El participante que mejor farolea recibe el premio. En el mundo de negocios real abundan personas capaces y poco elocuentes. ‘El Aprendiz’ recompensa todo lo opuesto. Es una pena que pretenda ser un programa sobre asuntos corporativos, porque realmente es un espléndido programa sobre el mundo de la política.

Sin embargo, ‘El Aprendiz’ por sí solo no es el problema. El problema es que ‘El Aprendiz’ es todo lo que está disponible. Puedes verlo en la televisión desde enero hasta diciembre sin ver un heroico o benigno recuento sobre cómo se gana dinero en el mundo de los negocios o una historia que no involucre un producto plagiado, un amigo traicionado, un cliente engañado o atajos.

De las pocas películas que produce Hollywood sobre el mundo de los negocios, la mayoría se enfocan en las altas finanzas y en las prácticas criminales o inmorales que forman parte de cualquier actividad de lucro. Mi generación creció con varias películas: ‘Wall Street’ (tráfico de información privilegiada) y ‘Glengarry Glen Ross’ (intimidación) antes de continuar con ‘El nuevo sueño americano’ (fraude) y ‘El lobo de Wall Street’ (enorme consumo de drogas). ‘La red social’, la historia de la creación de Facebook, es una historia sobre la disfunción social y las neurosis de los jóvenes ricos. La película biográfica sobre la vida de Steve Jobs se adentra aún más en el túnel freudiano. La industria del entretenimiento de la nación con más espíritu empresarial del mundo presenta el mundo de los negocios con el propósito de patologizarlo.

Todas estas películas provienen de estudios y productoras que son entidades comerciales en un mercado competitivo. Y si estos filmes no son producto de una cierta ideología, entonces deben surgir de una falta de imaginación. Si el mundo de los negocios fuera intrínsecamente tedioso, entonces presentar una distorsión dramática sería permisible. Es mejor producir una película oscura que una aburrida. Pero claramente hay riquezas que se pueden extraer de los anales de la actividad empresarial, y no están escondidas en las remotas grietas de su historia.

La batalla de Richard Branson para establecer Virgin Atlantic en contra de British Airways en la década de 1980 es una mejor historia que cualquier otra que nos haya presentado el mundo de la política (al menos hasta Donald Trump). Es más interesante ver lo que han hecho los grandes grupos de tecnología para reducir al mundo que cualquiera de sus localizadas debilidades humanas. Incluso las compañías más grandes tienden a emprender una jornada que debería impresionar a cualquier guionista: el potencial inicial, el encuentro con el desastre, la reivindicación final llena de arrepentimiento.

Si el problema es que las personas creativas perciben a la actividad empresarial como una labor poco noble, no debería ser así. Es la actividad a la que se dirige la primera ronda de migrantes cuando los nativos les cierran las puertas de las universidades y de las profesiones. Los negocios están abiertos. Sobre todo, ser un empresario es difícil. La envidia que tengo de mis amigos emprendedores sólo perdura hasta que me presentan su día, desglosado tarea por tarea. Yo no soy apto para este tipo de vida, debido a lo que los economistas denominan generosamente una extrema preferencia por el ocio. Las personas que renuncian a recibir un sueldo para realizar este trabajo incierto merecen ser tratados más justamente en la pantalla que lo que nos ofrece una temporada más de tontos aprendices. Al menos mi humilde profesión fue representada por ‘Ciudadano Kane’.

©The Financial Times Ltd, 2014. Todos los derechos reservados. Este contenido no debe ser copiado, redistribuido o modificado de manera alguna.

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