Todo comenzó cuando Estados Unidos decidió poner límites a la exportación de chips de IA a China porque la idea era frenar el avance tecnológico del país asiático y proteger la ventaja estadounidense en este campo. Nvidia, como líder mundial en el diseño de estos chips, fue una de las principales afectadas. Por eso, sus ingenieros se pusieron manos a la obra para crear una versión “permitida” de sus chips, que pudiera cumplir con las restricciones y seguir vendiéndose en China.
Ahora no es solo que Estados Unidos no deje a Nvidia vender sus chips en China. Es que China tampoco quiere depender más de ellos. El propio presidente Xi Jinping lo dejó claro: el objetivo es “desamericanizar” su tecnología de inteligencia artificial. En otras palabras, China no quiere usar más chips ni software de Estados Unidos.
Nvidia ya había invertido mucho tiempo y dinero en desarrollar un nuevo chip más barato para el mercado chino, llamado H20, con la esperanza de no perder ese mercado. Incluso, Huang viajó a China para reunirse con funcionarios del gobierno, buscando mantener la relación. Pero esas puertas parecen estarse cerrando.
La realidad es que, aunque China sigue siendo el tercer cliente más grande de Nvidia (después de Estados Unidos y Taiwán), representando unos US$ 17.000 millones en ingresos el último año fiscal, las sanciones estadounidenses y la política de autosuficiencia china están empujando a Nvidia hacia un callejón sin salida.
Mientras tanto, en China, decenas de empresas locales están creando sus propios chips. Compañías como Huawei, Biren Technology, MetaX y otras están trabajando duro, con apoyo del gobierno, para desarrollar tecnología propia que reemplace a la de Nvidia. El mensaje es claro: China quiere tener el control completo de su desarrollo en inteligencia artificial, sin depender de nadie más.
Aunque intenten adaptarse, el mercado chino parece estar cerrando las puertas. Y no es por falta de esfuerzo, sino porque las reglas del juego han cambiado.
Este conflicto no es solo una pelea entre empresas, es una historia de rivalidades tecnológicas, de cómo dos potencias luchan por el control del futuro de la inteligencia artificial. Y en medio de todo eso, Nvidia está descubriendo que, a veces, ni siquiera el mejor chip del mundo puede abrirte todas las puertas.