Viveros comentó que ya sabía desde hace un tiempo que sería parte de la delegación paraguaya, pero enfrentó un obstáculo clave que puso en duda su participación: su situación migratoria en Estados Unidos, país donde reside y trabaja actualmente. Explicó que no podía salir sin riesgo a no poder reingresar, ya que aguardaba la aprobación de una visa. “Todo dependía de eso”, recordó. Cuando por fin la recibió, confirmó su presencia en los Juegos y retomó el ritmo competitivo.
Su preparación no se desarrolló en condiciones ideales. Durante gran parte del último año entrenó sin la intensidad y los recursos a los que estaba acostumbrada, ya que combina su carrera deportiva con un trabajo full time de ocho a nueve horas diarias. Aun así, encontró en la disciplina la clave para sostenerse. “Uno llega cansado y quiere irse a la casa, pero hay que sacar tiempo para entrenar. Ahí sale la disciplina”, aseguró. Los últimos seis meses entrenó con mayor regularidad, aunque siempre buscando equilibrio con sus responsabilidades laborales.
Más allá del podio, Viveros valoró el aprendizaje emocional y mental que esta competencia le dejó. Reconoció que en la pista descubrió una fortaleza interior que no sabía que había construido durante su alejamiento del calendario internacional. Relató que logró remontar combates complejos contra rivales de alto nivel y mantuvo la concentración cuando parecía derrotada. “En mi cabeza me decía: esto no se acabó todavía. Todavía puedo encontrar el tocado”, señaló. Ese temple —expresó— es el mayor premio que le queda del torneo.
La esgrimista también reflexionó sobre la presión que sintió en otras etapas de su carrera. Indicó que en el pasado vivió enfocada en sostener resultados para asegurar becas y apoyo, y eso la condujo a competir con miedo a perder. Esa carga emocional le impidió disfrutar de su trayectoria. Hoy atraviesa una etapa diferente, de más madurez y equilibrio. “Yo no soy solamente esgrimista: soy trabajadora, amiga, hija. Soy muchas cosas más”, afirmó. Encontrar esa perspectiva le dio calma y le permitió comprender que los logros deportivos no definen su identidad.
Consultada sobre sus objetivos futuros, Viveros aseguró que apunta a clasificar a los Juegos Olímpicos Los Ángeles 2028 y ya trabaja para recorrer el largo camino que incluye Copas del Mundo, Panamericanos y Mundiales. Aunque la meta final es clara, prefiere enfocarse en disfrutar cada competencia como un proceso de crecimiento. “Lo importante no es llegar, lo importante es el camino”, dijo. Un dato curioso que compartió con entusiasmo: actualmente vive en Los Ángeles y seguirá allí durante la realización de los Juegos. “Capaz sea el destino”, expresó.
La atleta mencionó que reside en Estados Unidos desde 2020, cuando se trasladó como estudiante a la Universidad de Ohio State. Luego consiguió un trabajo que la llevó a mudarse a otro estado y finalmente a Los Ángeles, donde hoy se siente integrada en una comunidad diversa y multicultural. Sin embargo, confesó que extraña profundamente Paraguay y que salir del país la volvió aún más patriota. “Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde: la comida, la gente, el trato. Eso no lo hay en ningún lugar”, afirmó.
Con la medalla de plata al cuello y una mentalidad renovada, Montserrat Viveros reafirma su rol como referente del deporte nacional y como ejemplo de que el éxito no se mide solo en resultados, sino en el valor de levantarse, resistir y volver más fuerte. “Cuento los días para volver a Paraguay y estar con mi familia”, concluyó. Su próxima batalla ya empezó y apunta al mayor escenario deportivo del mundo. Sin duda, Paraguay la acompañará en cada paso.