Su experiencia anterior en el mercado local fue en un comercio de electrodomésticos, donde descubrió la intensidad del retail paraguayo. “Es un mundo con mucha adrenalina, de cambios constantes y donde lo que importa es la velocidad y la toma de decisiones rápidas”, recuerda. Esa experiencia fue esencial para después asumir el desafío de liderar Farmaoliva.
Vangioni no escatima en elogios al describir la estabilidad y el potencial económico del país. Lo hace con el entusiasmo de quien lo vive día a día y no como un discurso aprendido.
“Paraguay para mí es como una Suiza en Latinoamérica. Es el país más estable de la región: estabilidad económica, social y política. Aquí hay inversión, circula dinero, pero todavía faltan empresarios que se animen a apostar por generar empleo o autoemplearse como yo lo hice hace más de una década”.
Basta mirar el cielo de Asunción, dice, para entender lo que ocurre: más de 100 edificios en construcción. “Eso refleja que hay capital circulando, que existe confianza. Los extranjeros vemos esas oportunidades de inmediato, pero todavía noto cierta timidez en los propios paraguayos para apostar a lo grande en su país”, comenta.
El ejecutivo español destaca especialmente el rol social que tiene Farmaoliva. “Nuestro compromiso no es solo vender medicamentos, sino también generar empleo formal en todo el país”, sostiene. Con más de 1.000 colaboradores, la cadena se convirtió en un actor relevante en la economía local.
“La gente tiene talento, tiene ganas, pero necesita oportunidades. Cada farmacia es más que un punto de venta: detrás hay familias que dependen de ese esfuerzo colectivo. Para mí, generar trabajo digno en Paraguay es una de las mayores satisfacciones de este camino”.
A pesar del dinamismo económico, Vangioni advierte que el verdadero salto del país depende de un factor fundamental como lo es la educación. “La mayor arma del mundo es la educación”, dice, citando a Gandhi. Y agrega:
“El futuro de Paraguay está en los jóvenes de 18 a 28 años. Si se preparan, si lideran con responsabilidad, el país va a dar un salto enorme en los próximos 10 o 15 años. Pero si no invertimos en educación, Paraguay corre el riesgo de quedarse a medio camino”.
Con cierta tristeza, señala la fuga de talentos, pues paraguayos que se forman en el exterior y no regresan. “Hace poco vi el caso de una paraguaya que se graduó con honores en el MIT y decidió quedarse allá. Es una pena, porque si volviera sería inspiración para miles de jóvenes. Eso muestra que necesitamos crear más condiciones aquí para retener a nuestro capital humano”.
Desde su mirada extranjera, Vangioni también detecta un fenómeno curioso: los foráneos suelen valorar cosas que los locales ya naturalizaron. “Aquí todavía la familia se reúne los domingos, los amigos se juntan después del trabajo, hay tiempo para el ocio. Eso en la vieja Europa casi ya no existe. Pero también es cierto que muchos paraguayos se acostumbraron a lo que no debería ser normal: calles torcidas, basura en la vereda, políticos que salen impunes. El extranjero lo ve distinto, con ojos limpios”, reflexiona.
En tono más personal, recuerda con humor su llegada: “Dicen que el extranjero llora dos veces: cuando llega y cuando se va. Yo no lloré al llegar, aunque casi me muero por el calor y los mosquitos. Pero el día que me vaya, si es que me voy, sí voy a llorar, porque Paraguay tiene tanto por hacer y tanto por crecer que es imposible no enamorarse”.
Para Fernando Vangioni, el desafío no está solo en atraer inversión extranjera, sino en que los propios paraguayos crean en su potencial.
“Paraguay está lleno de oportunidades para trabajar, emprender y prosperar. El extranjero ya se enamora desde el minuto uno, pero al paraguayo le falta enamorarse de lo que puede llegar a ser junto a su país”.
Convencido de que los próximos 10 a 15 años serán decisivos, el gerente de Farmaoliva no duda en seguir apostando: “Paraguay es el mejor país de Latinoamérica para crecer, invertir y generar empleo. Aquí hay todo por hacer, y esa es la mayor oportunidad”.