En cada empresa se habla de la motivación, cómo mantenerse motivado y cómo contagiar esto al entorno. ¿No es el sueño de toda organización tener un trabajador que sea proactivo? Podría ser debatible, puesto que hay dos vertientes, la que no aprecia sugerencias ni opiniones y, por otro lado, la que viendo este potencial, termina sobrecargando a este buen samaritano. Sin embargo, esto se podría desarrollar en otro espacio.
Yendo a un escenario bélico, como lo es el que presenta Band of Brothers -serie basada en hechos reales- aquí los líderes deben inspirar a los soldados a luchar, aún cuando esto podría implicar perder sus vidas. En la batalla, la línea entre la vida y la muerte no está dibujada, solo basta estar en el lugar incorrecto en el momento equivocado.
El miedo es algo que todos sienten, pero no lo demuestren y es en este contexto que aparece el personaje de Albert Blithe (1923-1967), quien luego de aterrizar en Normandía en lugar de buscar a su unidad, se ocultó y esperó a que cese el fuego. Luego se encuentra con su Compañía Easy, la quinta compañía del 506º Regimiento de Infantería del Ejército de los Estados Unidos. Al principio se lo ve algo aturdido y confundido, pero sigue la corriente de sus compañeros.
Una semana después del Día D -del desembarco a Normandía, Francia- la compañía se dispone a tomar la ciudad de Carentan, la cual estaba controlada por los alemanes. Durante el asalto, entre las balas y bombas, Blithe queda paralizado y con la mirada perdida.
Tras varias bajas, los soldados estadounidenses toman el control de la ciudad francesa. En un puesto de salud improvisado, Winters encuentra a Blithe, quien dice que no puede ver nada. Los demás miran con escepticismo su condición. En aquel contexto, algunos soldados superados por el miedo llegaban a fingir condiciones o incluso se autolesionaban para huir del frente. Sin embargo Winters se acerca a comprobar y al notar que realmente no veía, sin cuestionar su situación, lo tranquiliza y le dice: “Te voy a sacar de aquí y volverás a Inglaterra. Estarás bien”. A lo que Blithe replica: “No quería decepcionar a nadie” -conteniendo las lágrimas- y Winters le dice que lo tome con calma.
Luego de un momento Blithe le agradece y recupera la visión y dice que está bien. Él no entiende qué sucedió, pero dice encontrarse bien.
Al parecer, lo que le sucedió a Blithe es lo que se conocía antiguamente como ceguera histérica -hoy denominada trastorno de conversión- en la que se produce la pérdida de la visión sin una relación orgánica, es decir, lesión o trauma; se asocia a factores psicológicos.
En ese momento, Blithe estaba en un profundo estado de estrés, y Winters le ofreció contención, ese breve gesto, al menos en esta ficción, fue suficiente para que recupere su confianza y seguir adelante. Sin embargo, la verdadera prueba vendría más adelante.
Por la noche, avanzando en el frente, en las trincheras, el teniente Harry Welsh se acerca a Blithe, y le preguntá qué le había sucedido, quien le responde que fue ceguera histérica. Welsh, en un intento de darle ánimo le dice que la guerra es como un partido, donde avanzas una yarda a la vez, y que se lo tome con calma.
Esa misma noche, mientras el teniente Ronald Speirs, líder del pelotón de la compañía B, hacía una patrulla, se acerca a la trinchera de Blithe, quien se encontraba solo en ese momento. Speirs le habla de que hay soldados muy nerviosos y no se dan cuenta de lo simple que esto es. “Solo debés hacer lo que debés hacer”. A lo que Blithe le confiesa que luego de aterrizar en el Día D, se escondió en una zanja y no buscó a sus compañeros. Speirs con un semblante sombrío, mirada penetrante y sin pestañear le pregunta si sabía por qué se escondió en la zanja, a lo que Blithe replica: “Porque tenía miedo”.
Aquí es cuando Speirs se acerca y le dice: “Todos estamos asustados, -a la par que se inclina- te escondiste en esa zanja porque creíste que aún había esperanza, pero Blithe, la única esperanza que debes tener es aceptar el hecho de que ya estás muerto. Y cuando antes lo aceptes, más pronto podrás funcionar como un soldado: sin misericordia, sin compasión ni remordimientos”.
Al amanecer, los alemanes empiezan a atacar acompañados por tanques. Nuevamente Blithe queda paralizado y llora cuando el fuego de artillería se recrudece. Entretanto Winters aparece frente a un Blithe consumido por el pánico y le ordena que se levante y dispare su arma. Winters lo hace, dispara al enemigo al descubierto, sin cubrirse en una trinchera del fuego enemigo. Blithe lo observa y lo imita, empieza a disparar su arma, con lo que va ganando confianza y supera su pánico.
Hay muchas formas de motivar, que este caso la acción podría implicar perder tu propia vida. La primera vino de Welsh, comparó a la guerra con un juego de fútbol americano; la segunda vino de Speirs, un consejo fatalismo, que abandone la esperanza y acepte la muerte como su destino; la tercera vino de Winters, aunque indirectamente, con el ejemplo.
¿Realmente hay palabras suficientes para motivar a que alguien arriesgue su propia vida en una situación tan azarosa y deshumanizadora como lo es la guerra? Cada quien crea sus propios motivos, pero en ese entonces, la mayoría peleaba por lo que ellos llamaban hermanos de trinchera, arriesgaban su vida por quienes peleaban codo a codo.
Winters no le dio palabras, no sabemos si las tenía o no, pero lo que hizo fue algo más efectivo, demostrar con ejemplo. Él mismo se arriesgó y lo animó a pelear, no le ordenó algo que él mismo no podría hacer.
Bajando este ejemplo en un escenario menos bélico, esto nos hace pensar de qué manera pedimos tareas y cómo motivamos. ¿Nos engañamos pensando que lo que pedimos es un juego sencillo, adoptamos una posición desesperanzadora y fatalista, o nos remangamos y motivamos con el ejemplo de ejecutar lo que se supone que se debe hacer?
Hay personas que inundan los espacios de palabras motivadoras, pero a la hora de la verdad, cuando la cantidad de tareas parece una montaña similar al Everest, no están allí, en el día a día, para saber cómo es realmente el campo de batalla y en qué condiciones pelean los soldados. Involucrarse, a pesar de que esto duela, inspira más que cualquier otra palabra.