La campaña triguera 2024 cerró con cifras alentadoras. Según Fast, se cultivaron entre 370.000 y 380.000 hectáreas, con un rendimiento promedio de 3.000 kilogramos por hectárea. Esto permitió cosechar entre 1,1 y 1,2 millones de toneladas, volumen suficiente para cubrir toda la demanda nacional e incluso destinar excedentes a la exportación. Hasta abril de este año, Paraguay ya exportó unas 430.000 toneladas, en su mayoría al mercado brasileño. “Nuestro trigo es muy bien valorado en Brasil por su calidad, y eso habla del trabajo profesional que se está haciendo en el país”, afirmó.
El trigo nacional destaca no solo por su rendimiento, sino también por su valor industrial. Fast explicó que el productor busca variedades que aseguren una alta productividad por hectárea, mientras que la industria molinera necesita granos de buena calidad panadera. Esta doble exigencia impulsó el desarrollo y la incorporación de nuevas variedades adaptadas tanto al clima como a los suelos locales.
Entre las más utilizadas están las variedades Itapúa y Canindé, desarrolladas en colaboración con instituciones nacionales como el IPTA e INBIO. Estas se adaptan a las condiciones del sur y del norte del país, respectivamente, en función de factores como la temperatura y el tipo de suelo.
También se cultivan variedades provenientes de Brasil, lo que amplía la diversidad genética disponible y contribuye a una mejor adaptación frente a los desafíos climáticos. La temporada de siembra arranca habitualmente entre abril y mayo, y el éxito de la cosecha depende, en gran medida, de un clima benévolo durante la floración y formación del grano. “El trigo no tolera lluvias intensas en esa etapa, porque compromete el rendimiento”, advirtió Fast.
La incidencia de enfermedades en la campaña pasada fue baja, lo cual también influyó positivamente en los resultados. Sin embargo, el dirigente de Fecoprod enfatizó que uno de los principales desafíos sigue siendo la resistencia a enfermedades fúngicas, por lo que la búsqueda constante de variedades más resistentes continúa siendo de vital importancia para el rubro agrícola en general. Esto no solo tiene impacto agronómico, sino también comercial, ya que los mercados internacionales, como el brasileño, valoran los granos de buena calidad con bajo uso de fungicidas.
El cereal compite por espacio con otros cultivos de invierno como el maíz zafriña, la canola o incluso abonos verdes, dentro de los esquemas de rotación que los productores practican para mantener la salud del suelo. Aun así, muchas cooperativas mantienen su apuesta por el trigo. En el caso de la Cooperativa Pindó, por ejemplo, se sembraron unas 20.000 hectáreas en la última campaña, con intención de repetir esa cifra en la actual.
Actualmente, Fecoprod agrupa a 34 cooperativas con 190.000 socios, de los cuales cerca de 40.000 son productores agropecuarios. Se estima que entre el 30 y el 40 por ciento de la producción nacional de trigo proviene de estas cooperativas, lo que refleja su peso específico en el sector.
El futuro del trigo paraguayo se vislumbra prometedor. No solo se exporta el grano, sino que también crecen los envíos de harina industrializada, con cifras que superan los 10 millones de kilos por año. Esta tendencia representa una valiosa oportunidad para el país de avanzar hacia una mayor industrialización de su producción primaria.
“Es un logro enorme que Paraguay, siendo un país subtropical, logre autoabastecerse de trigo y exportar los excedentes”, expresó Fast. “Eso habla de políticas acertadas y de un sector productivo que supo hacer bien su tarea. Si seguimos apostando por innovación, calidad y sostenibilidad, el trigo seguirá siendo una carta fuerte del agro paraguayo”, concluyó.