“El polo comenzó en Paraguay en los años 80 del siglo pasado, con caballos nacionales, cruzas de cuarto de milla con pura sangre, a nivel militar, que tomaron conocimiento de este deporte gracias a los encuentros de intercambio con sus pares de Argentina”, recordó Juan José Arnold, presidente de la Federación Paraguaya de Polo.
Pero recién después del golpe de 1989, que tuvo a la Caballería y a sus comandantes como protagonistas principales, se construyó la primera cancha oficial de polo en el país, en el RC4, que hasta la fecha está en uso y es la única que cuenta con graderías.
“El general Andrés Rodríguez y el entonces coronel Lino Oviedo fueron los que llevaron adelante la construcción de la cancha y quienes importaron los primeros caballos de raza polo argentinos. El caballo de polo fue evolucionando desde el caballo árabe, el criollo, el cuarto de milla, el purasangre, hasta que se llegó al petiso, que tiene las características fisiológicas y de carácter necesario para un deporte de exigencia permanente, de explosión. Es un atleta más”, explicó.
También llegaron jugadores profesionales de Argentina, y con los caballos que quedaron en el país empezó el polo civil, al principio con cuatro o cinco personas. En el 2000 se sumó la cancha de Carlos Franco, la primera con pasto Tifton, el más apto para el polo profesional, y fue cuando se iniciaron las competencias nacionales.
Hoy en Paraguay existen alrededor de 80 jugadores distribuidos en clubes como el RC4, Los Pingos, la familia Llano, Carlos Franco, Los Baguales, la familia Brusquetti y otros, donde los asociados forman equipos que compiten bajo diferentes denominaciones. El paraguayo con más goles por hándicap es Guillermo Gauto, con cuatro; el argentino Lucas Talamoni, quien juega en Paraguay, tiene cinco.
Costoso
El equipamiento –uno completo cuesta entre US$ 1.200 y US$ 1.500– se trae de Argentina, protectores, cascos, rodilleras, anteojos, tacos. La mayoría de los practicantes están ligados al campo y también son criadores de petisos.
“Nuestros animales son de primera, excepcionales. Criar un caballo para polo lleva tiempo, de seis a siete años, necesita entrenamiento constante, nutrición especial, cuidado podológico. El artífice principal en el polo es el petisero, el cuidador”, afirmó.
En el país las competencias son a cuatro tiempos, denominados chukkers. El Abierto de Palermo, en Argentina, se disputa a cuatro chukkers, pero en los torneos normales a nivel mundial es a seis chukkers. Se acostumbra a usar un caballo por chukker.
“Nuestra directiva realizó convenios con la Asociación Argentina de Polo para que los árbitros de los torneos nacionales sean argentinos y con un proyecto de capacitación para árbitros locales y fomentamos la importación de caballos argentinos, trabajamos con marca, realizando sociedades con ellas; tuvimos suerte de que confiaron en nosotros y realizamos en 2019 el primer abierto internacional de esta nueva era, con transmisión de ESPN”, reveló Arnold.
La pandemia interrumpió la actividad competitiva y en la federación consideran que por precaución no se van a disputar torneos este año. “Pero en 2022 esperamos volver con todo con los torneos nacionales e internacionales”, aseguró Arnold.