La cosecha sojera fue inferior a la campaña anterior, con una caída del orden del 10% al 12%. Pastore señala que factores climáticos adversos afectaron especialmente a regiones productivas como San Pedro, Canindeyú, Caaguazú y Concepción. Esa merma coincidió con un escenario internacional de precios bajos, obligando a los productores a operar con niveles de eficiencia más altos para cubrir costos. “Hubo una recuperación en los precios al final, pero no compensa el doble efecto de menor volumen y menor precio”, advirtió.
En contraste, el maíz marcó un punto de inflexión. Según Pastore, la campaña fue “muy buena, incluso sorprendente”, tanto por su rendimiento como por el alivio financiero que generó. La abundancia del cereal activó la logística de forma intensa, con exportaciones diarias hacia Brasil, principal destino del maíz paraguayo. Además, el crecimiento de la industria nacional de etanol aparece como un factor capaz de sostener y profundizar la demanda interna. “Es una industria en expansión que trae inversión y aumenta consumo, y eso puede impulsar la producción en el futuro”, afirmó.
Sumando soja, maíz, trigo y arroz, el país movilizó cerca de 18 millones de toneladas de granos este año, lo que implica más de 600.000 viajes de camiones desde los silos hasta los puertos y fábricas. Pastore destacó el impacto social de esa dinámica: “Cuando el transporte está activo, tiene un derrame fantástico en la economía: desde estaciones de servicio hasta el que vende chipa en la ruta”.
Brasil confirmó su rol como el mercado más relevante para maíz, trigo y arroz, además de ser el segundo destino de la soja. Argentina ocupa el primer lugar en soja y Rusia el tercero. Chile, Perú, países de la Unión Europea, Vietnam y Corea completan el mapa de destinos. Sin embargo, Pastore explicó que “probablemente no exportamos más porque no podemos mover más”, dado que la infraestructura logística está al límite de su capacidad.
A nivel regulatorio, uno de los debates centrales fue la resolución 1115 de la Unión Europea, vinculada a exigencias ambientales. Paraguay avanzó en una plataforma de trazabilidad de soja presentada en Bruselas, pero el requisito de segregación física del producto genera polémica. “Es prácticamente imposible en términos operativos y económicos”, señaló Pastore, cuestionando la falta de previsibilidad en una normativa que ahora fue postergada hasta 2027.
A pesar de un contexto desafiante, el sector proyecta crecimiento. Pastore afirma que existe margen para expandir la producción hasta 15 millones de toneladas en soja y 10 millones en maíz. No obstante, reconoce que es un proceso de largo plazo y no inmediato. Para el 2026, el objetivo más urgente se apoya en la infraestructura, en particular el acceso al segundo puente entre Presidente Franco y Foz de Iguazú, cuya habilitación podría aliviar cuellos de botella y fortalecer la integración comercial con Brasil. “Necesitamos ese puente operativo lo antes posible para mejorar nuestra eficiencia”, subrayó.
El cierre del año también está marcado por la preocupación ante las anunciadas invasiones de tierra. Pastore advirtió que estas acciones “son peligrosísimas” y pidió una respuesta firme del Estado. “Si entramos en un ritmo de invasiones, eso puede echar por la borda todo lo que estamos hablando”, alertó.
El 2025 deja, así, una postal compleja: menos soja, más maíz, una logística saturada, debates regulatorios abiertos y un país que, pese a las adversidades, mantuvo la maquinaria agrícola en movimiento. Las sombras no fueron menores, pero las luces indican que la cadena sigue en expansión y que, con previsibilidad e infraestructura, Paraguay podría dar un nuevo salto productivo en los próximos años.