Según datos oficiales y publicaciones en medios internacionales como Folha do Estado y Pirapop de Brasil, más de 263.000 brasileños ya se instalaron en Paraguay, consolidando al país como el principal destino de inmigración del gigante vecino. Lo que comenzó hace décadas con productores rurales —los llamados brasiguayos— hoy incluye empresarios, industriales y profesionales que buscan en Paraguay las condiciones que su propio país no les garantiza.
“El contexto regional está empujando a muchos a mirar hacia Asunción”, explicó a InfoNegocios el abogado Óscar Mersan De Gásperi, especialista en inversión extranjera. “Brasil atraviesa un clima de descontento empresarial, Argentina mantiene altos costos de producción y Bolivia enfrenta una crisis económica prolongada. Paraguay, en cambio, ofrece estabilidad, regímenes especiales y costos bajos que lo hacen especialmente atractivo para la inversión industrial”.
Mersan subrayó que las nuevas industrias instaladas generan empleo, capacitación técnica y transferencia de conocimiento: “Cada fábrica que llega no solo trae capital, sino también formación para los paraguayos. Por eso debemos seguir promoviendo este tipo de inversión con impacto social y económico real”.
Un modelo competitivo en la región
El país mantiene una de las estructuras fiscales más simples de Sudamérica: 10% de impuesto a la renta para personas físicas y jurídicas, y 10% de IVA. No existen tributos sobre herencias ni sobre rentas obtenidas en el extranjero. A esto se suma la Ley de Maquila, que permite a las industrias exportadoras pagar solo el 1% de sus ingresos brutos, un régimen que ha sido clave para atraer a empresas brasileñas que buscan producir en Paraguay y reexportar con menores costos.
Un ejemplo reciente es Lupo, firma textil brasileña que anunció la instalación de una planta en Ciudad del Este, con una producción proyectada de 20 millones de pares de medias al año para 2026. La decisión responde al diferencial de costos: la electricidad industrial paraguaya es hasta tres veces más barata que en Brasil, gracias a Itaipú.
El economista Manuel Ferreira coincide en que el país ofrece ventajas reales, pero advierte que la comparación con modelos como el de Andorra es equivocada. “No somos un paraíso fiscal ni queremos serlo”, afirmó en contacto con este medio. “Tenemos reglas claras, identificación bancaria y un esquema tributario competitivo, no clandestino. Lo que sí debemos garantizar es la seguridad jurídica y la productividad energética para sostener el crecimiento”.
Reformas y desafíos pendientes
En los últimos años, Paraguay actualizó la Ley Maquila, la Ley 60/90 y promulgó una nueva normativa para el ensamblaje de productos de alta tecnología, con el objetivo de mantener atractivo el clima de negocios. Mersan considera que el siguiente paso es digitalizar la creación de empresas y agilizar los trámites bancarios, aún demasiado lentos.
“Estamos en un momento histórico que podría durar entre seis y diez años”, señaló. “Pero hay que aprovecharlo con planificación: fortalecer las instituciones, asegurar la previsibilidad jurídica y mejorar la infraestructura. Esa es la base para que la inversión se traduzca en desarrollo sostenible”.
Paraguay también comienza a internacionalizar sus marcas locales. Según Ferreira, “las empresas paraguayas dejaron de mirar solo el mercado interno; ahora piensan en exportar y competir afuera. Ese es el camino para consolidar un modelo productivo moderno”.
Mientras tanto, el interés extranjero no se detiene. En Ciudad del Este viven más de 98.000 brasileños, muchos de ellos estudiantes de medicina o profesionales que apuestan por una vida más económica: el costo de vida puede ser hasta un 70% menor que en São Paulo o Curitiba.
Con energía limpia, impuestos bajos y una economía que crece con estabilidad, Paraguay deja atrás viejos estereotipos y se consolida como el destino preferido del capital regional. No es Andorra, pero sí un país donde las reglas claras y la oportunidad todavía valen más que la improvisación.