Efectivamente, Daniel Perlman, un biofísico de la Universidad de Brandeis, dedicó tres años de su vida a investigar y tratar de solucionar uno de los mayores problemas de los últimos siglos: las botellas de vino siempre derraman al servir. Para ello aplicó sus conocimientos de física y creó una botella que no puede derramar más de lo que corresponde.
El investigador citado creó una botella con un diseño especial que evita que el vino se derrame al servir, algo que podría salvar la ropa, los manteles y servilletas. Su obra emblemática se basa en una solución muy simple.
El científico asegura que al ver en cámara lenta el flujo del vino por el pico de una botella al ser servido, y teniendo en cuenta que el cristal atrae el líquido, se le ocurrió bloquear el paso del vino por el cuerpo de la botella usando la fuerza de la gravedad.
Entonces, realizó un corte de dos milímetros de ancho y un milímetro de profundidad en el pico de la botella, usando una herramienta de cortes con punta de diamante. De esta manera, el vino que intenta recorrer el pico de la botella y bajar por el cuerpo, se encontrará con una abertura, que le será imposible seguir fluyendo hacia arriba gracias a la fuerza de la gravedad. Al líquido no le quedará de otra más que seguir la corriente de vino dentro de la botella, según sostiene.
Una gran cantidad de camisas y desperdicios de servilletas ya se ha tenido, pero parecería cosa del pasado ante este descubrimiento y la demostración (que resulta impresionante) cada vez que servimos una copa. Queda nada más que algunos fabricantes inviertan en recrear este diseño en sus botellas, para sacar ventaja en torno al inconveniente de derramar de más el noble vino.
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