Quien lo afirma es Javier Díaz, presidente y fundador de la Asociación Paraguaya de Vehículos Eléctricos, una organización nacida en 2017 cuando apenas tres pioneros (entre ellos él) se animaron a dar el salto. “La finalidad de la asociación es difundir los beneficios que traen los vehículos eléctricos a la ciudadanía, a la economía, al medio ambiente y al desarrollo del país”, resume.
El mercado local pasó de la curiosidad a la adopción. Según Díaz, la variedad de oferta (80 modelos disponibles) y la caída de prejuicios han impulsado este crecimiento exponencial. “Muchos ciudadanos están perdiendo el miedo y están tomando conciencia, están viendo las ventajas de tener un vehículo eléctrico”, destaca.
Entre esas ventajas sobresale el ahorro. La carga de un vehículo eléctrico cuesta una fracción de lo que implican los combustibles fósiles y, además, el mantenimiento es menor porque el motor eléctrico tiene menos partes móviles. A eso se suma un valor estratégico para el país: Paraguay produce su propia energía renovable, principalmente hidroeléctrica.
“La electromovilidad para el Paraguay es una bendición. Nos regala la posibilidad de que los ciudadanos de este país puedan moverse con la propia energía que produce su país”, enfatizó el presidente de la APVE.
Más allá del usuario individual, Díaz insiste en que el gran salto debería darse en el sector público y en las flotas empresariales. Los motivos no son solo económicos: “La electromovilidad elimina la corrupción porque el sistema de carga de los vehículos eléctricos tiene total trazabilidad. No se puede robar electrones, pero sí litros de combustible”, explica.
Según él, gobiernos en todo el mundo ya están cambiando sus flotas para mejorar la eficiencia, ahorrar millones en combustible y garantizar transparencia. En Paraguay, asegura, la oportunidad está servida: “Es un valor estratégico de altísimo impacto que el Estado debe aprovechar”.
Aunque existe una ley de movilidad eléctrica vigente, aún falta su reglamentación. Ese vacío impide que los beneficios se apliquen plenamente y limita el crecimiento del sector. “Estamos intentando trabajar con el Poder Ejecutivo en la reglamentación, que aún no está siendo aplicada como corresponde”, lamentó Díaz.
Desde la Asociación, el rol fundamental es asesorar a instituciones públicas y privadas que quieran dar el salto y abrir espacios de intercambio entre usuarios. De hecho, gran parte de la comunidad se mantiene conectada a través de un grupo de WhatsApp donde comparten dudas, experiencias y recomendaciones.
Uno de los temas que más inquieta al potencial usuario es dónde y cómo cargar el vehículo. Díaz lo explica con calma pedagógica: existen tres niveles de carga.
Nivel 1: enchufar el auto como si fuera un celular, en cualquier toma hogareña. Es el más lento.
Nivel 2: cargadores residenciales, generalmente instalados en garajes particulares, con tiempos que van de 4 a 8 horas.
Nivel 3: los cargadores rápidos, capaces de completar la batería en 30 minutos a una hora, dependiendo del modelo.
En Paraguay ya existen alrededor de 40 cargadores rápidos instalados por empresas como Automotor y Diesa, entre otros, distribuidos en distintos puntos del país. “Las inversiones privadas están ayudando a construir una red que da confianza al consumidor”, comenta Díaz.
El presidente de la Asociación Paraguaya de Vehículos Eléctricos se muestra optimista. La tendencia global empuja hacia la descarbonización del transporte, y Paraguay tiene condiciones únicas: energía limpia, costos competitivos y un mercado joven en crecimiento.
“Queremos consolidar a la electromovilidad como una política de Estado y una oportunidad para toda la ciudadanía. Estamos con las puertas abiertas a las instituciones públicas y privadas que quieran acelerar este cambio”, concluye Javier Díaz.
En un país que produce más energía de la que consume, el desafío ya no es tecnológico: es cultural y político. El futuro eléctrico está en marcha.