EL TAPER
Si nos estamos cuidando y tenemos una de estas reuniones mencionadas o en alguna situación en la que tenemos que comer algo que no está en nuestro plan alimentario, lo ideal no es llevar la comida en un taper, ya que esto puede resultar incómodo tanto para uno como para el resto de los asistentes. En estos casos, es mejor que olvidemos la calidad y nos concentremos en la cantidad: comer al estilo francés “rico en pequeñas porciones”, puede ser la solución.
COMER ANTES DE IR AL EVENTO
Si comemos antes de ir a una reunión para evitar comidas calóricas y excesos, posiblemente lo único que logremos es comer dos veces, antes y en el evento, o peor aún, privarnos y grabar todas la imágenes de platos deliciosos para después llegar a casa o a la oficina y darnos un atracón por haber deseado demasiado. Represión es siempre igual a compulsión. La planificación previa de lo que vamos a comer y el conocimiento de las porciones es la solución al problema.
SIN TIEMPO
Si el problema es la falta de tiempo para almorzar porque la reunión de trabajo no terminó o porque justo se programó para el horario del almuerzo y si la situación permite es mejor hacer un intercambio, es decir, “merendar” en el lugar del “almuerzo” y viceversa. En este caso, podemos optar por una preparación fácil, como un sándwich de dos rebanadas de pan con semillas, atún o pollo, lechuga y tomate con un vaso de jugo o una fruta y a la hora de la merienda almorzar como corresponde, evitando así saltearte comidas.
¡A DISFRUTAR DE LA COMIDA!
La comida es para ser disfrutada, no debemos sentir culpa al comer alimentos que nos gustan y son más calóricos. Saboreemos cada bocado y conozcamos las porciones que nos corresponden. Si queremos bajar de peso, hacer dietas estrictas no es la solución, “legalizar” los alimentos baja el deseo de lo prohibido y evita los atracones.
Es mejor conocer cómo alimentarse con la ayuda de un profesional, quien con un plan de alimentación personalizado y educación alimentaria, te puede guiar, ayudar a organizarte y ordenarte, respetando tus gustos, tu cultura, tus horarios, tus posibilidades económicas, tu actividad física y entendiendo que no siempre comemos solo por hambre, sino muchas veces por sentimientos y pensamientos (miedo, cansancio, alegría, enojo, entre otros) que no podemos controlar.