Stewart Butterfield, uno de los fundadores de Flickr, el gran almacén de fotografías on line, quería poner un poco de orden en su nuevo proyecto y terminó revolucionando las comunicaciones corporativas. Slack no es un chat, tampoco un almacén de archivos, ni un calendario. Tampoco se puede definir como un sistema de alertas, pero suma todas esas opciones en un solo hilo de conversación. Airbnb, HBO, NASA, Buzzfeed y casi cualquier start up de Silicon Valley, usan esta herramienta para organizarse internamente.
La aplicación de mayor crecimiento después del fenómeno WhatsApp pretende llegar a todas las empresas. Cuentan con 1,7 millones de usuarios activos diarios. Cuando se abrieron al público, en febrero de 2014, contaban solo con 16.000. Desde entonces, más 300.000 perfiles pagan por su uso. El número de empresas y organizaciones dadas de alta supera las 60.000. Lo más llamativo es el tiempo que se pasa dentro, de media, más de dos horas y cuarto. “El valor que aportamos es transparencia. Los negocios hacen que los jefes hablen con los empleados. Hace más claro el foco de las empresas”, defiende su creador.
Slack, otra forma de comunicarse
Slack, algo así como “flojo” o “vago” en español, nació en agosto de 2013 con un lema: “Para estar menos ocupado”. Su misión era que la pila de correo bajase. Como tantos grandes inventos, llegó por accidente...