“Todo empezó hace dos años y medio, cuando me quedé sin trabajo. No podía conseguir nada, y lo que nació como una terapia terminó convirtiéndose en una fuente de ingreso y un proyecto de vida”, contó Angie en diálogo con InfoNegocios.
Con una inversión inicial de apenas G. 500.000, decidió transformar una situación adversa en oportunidad. “Comencé haciendo jaboncitos para regalar. Mis amigas me animaron a tomármelo en serio y empecé a producir con una base de glicerina y aceites naturales. Quise que mis productos fueran ecológicos, amigables con el ambiente, y que tuvieran ese toque único que no se consigue en las producciones en serie”, relató.
El nombre Shine (brillar, en inglés) refleja el espíritu del emprendimiento. “Cada vela o jabón tiene una historia. No hay dos iguales. Es el tipo de producto que lleva el sello de quien lo hace”, explicó Angie.
Las primeras clientas fueron sus amigas y excolegas periodistas, y el boca a boca hizo el resto. “Al principio, publicaba una foto y enseguida alguien me escribía para encargar. Muchas veces me pedían algo igual a la foto, pero luego me decían: ‘salió aún más lindo de lo que esperaba’. Ese es el encanto de lo artesanal: cada pieza es distinta, cada pedido tiene alma propia”.
Con el tiempo, Shine amplió su propuesta y hoy ofrece productos personalizados para eventos: bodas, bautismos, talleres, quinceañeros y celebraciones especiales. “Hago souvenirs y recuerdos a pedido, y trato de entregar todo con tiempo y cuidado. Cada detalle cuenta, desde el aroma hasta la presentación”, comentó.
Lo que comenzó como una necesidad económica terminó convirtiéndose en un proyecto de empoderamiento. Además de producir, Angie dedica parte de su tiempo a enseñar a otras mujeres a emprender en este rubro.
“Estoy dictando talleres mensuales en mi casa-taller de Lambaré. Quiero que más mujeres puedan valerse por sí mismas y descubrir que pueden generar ingresos con sus manos, con su creatividad. Hay muchas que tienen miedo de empezar, o no saben por dónde hacerlo. A ellas va dirigido mi mensaje”, afirma.
Su taller se convirtió en un espacio donde el aprendizaje, la sororidad y la independencia económica se entrelazan. “Cuando compramos un producto artesanal, debemos recordar que detrás hay una mujer que sostiene su hogar con ese trabajo, que transforma su talento en una oportunidad para salir adelante”, reflexionó.
Angie no busca producir en masa, sino mantener la esencia de lo hecho a mano, con materiales nobles y un propósito claro: aportar bienestar y belleza cotidiana.
“Hoy puedo decir que Shine me salvó —no solo económicamente, sino emocionalmente—. Fue una terapia, una fuente de esperanza y ahora una forma de ayudar a otras. Cada vela que enciendo me recuerda que incluso de los momentos más oscuros puede surgir una nueva luz”, concluye.