“Lo que más tenemos ahora es melón”, señaló Cirila Campuzano, copropietaria de la granja, en contacto con InfoNegocios al describir la oferta actual. No es casual: la manzana, pera, piña, banana y la uva conforman el grupo de frutas más buscadas para la preparación del clericó, una bebida que dispara su consumo con las altas temperaturas. En este contexto, la producción frutícola se vuelve estratégica, incluso para emprendimientos de escala reducida.
La granja cuenta con media hectárea de superficie productiva, pero logra un volumen suficiente para abastecer tanto el Agroshopping como supermercados del área metropolitana. Entre ellos se encuentran Super Real y Box, canales que exigen regularidad y calidad en la entrega. “No sabría decir la cantidad máxima, pero estamos produciendo y distribuyendo de manera constante”, explicó Campuzano, dejando en claro que la escala no siempre define la llegada al retail.
Además de frutas, el establecimiento mantiene una fuerte producción de hortalizas de hoja. La lechuga es el principal rubro: cada semana salen entre 300 y 400 unidades, a lo que se suman cebollita, perejil, acelga y rúcula. Esta combinación de frutas de verano y hojas verdes permite sostener ingresos durante todo el año, compensando los picos y valles propios de la estacionalidad.
En frutas, la producción se organiza por parcelas y ciclos. La sandía, por ejemplo, acaba de cerrar una cosecha y ya se prepara una nueva plantación. La frutilla, otra fruta de alta demanda, entra en escena cuando bajan las temperaturas. “Cuando empieza un poco el fresco, ahí cambiamos de rubro y arrancamos con la frutilla”, detalló la productora.
El clima es un factor decisivo en la toma de decisiones. Las altas temperaturas obligan a dejar de lado cultivos como brócoli o coliflor, mientras que las frutas de verano y las hojas verdes se adaptan mejor al calor. Esa lectura fina del entorno es fruto de décadas de experiencia: la familia Campuzano lleva entre 30 y 40 años dedicada a la producción agrícola, un legado iniciado por el padre y continuado hoy por hermanos y sobrinos.
Actualmente, unas diez personas integran el equipo de trabajo, todas de origen familiar. Esa estructura les permite mantener costos controlados y flexibilidad operativa, una ventaja clave frente a cambios bruscos en el clima o en la demanda. “Es mejor cultivar lo que conocemos”, resumió Campuzano, descartando por ahora la incorporación de nuevos rubros.
La granja también articula con otros productores de la zona. Es el caso del lichi, una fruta nacional que no cultivan directamente, pero que llega a su puesto a través de vecinos que la producen. Este esquema de colaboración amplía la oferta y refuerza el circuito corto de comercialización, cada vez más valorado por los consumidores.
El caso de la Granja Campuzano muestra cómo una bebida tradicional como el clericó puede convertirse en un motor económico para la agricultura familiar. Con foco en frutas de alta demanda estacional, planificación ajustada al clima y acceso a supermercados, un emprendimiento de media hectárea logra insertarse en un mercado competitivo sin perder su raíz local.