“El ronquido se produce porque el aire que entra y sale durante la respiración nocturna encuentra una resistencia en las vías aéreas. Esa resistencia hace que los tejidos blandos de la garganta vibren y produzcan el sonido característico”, detalló Sanabria.
Entre las causas más frecuentes, según la especialista, se encuentran: la obstrucción nasal por desviación del tabique, rinitis o inflamación de cornetes; la hipertrofia de amígdalas o adenoides, especialmente en niños; y la relajación de los músculos de la garganta al dormir, que estrecha el paso del aire. “En adultos, puede deberse al sobrepeso, la edad avanzada o una predisposición anatómica que favorece la caída de los tejidos blandos. Incluso un componente genético puede influir en la anatomía de las vías respiratorias”, añadió.
No todos los ronquidos requieren un tratamiento médico complejo. Según Sanabria, varios hábitos simples pueden marcar una gran diferencia: mantener un peso saludable, ya que la grasa en cuello y abdomen reduce el espacio de las vías aéreas; dormir de costado en lugar de boca arriba, para evitar el colapso de la lengua hacia atrás; cenar ligero y al menos dos horas antes de acostarse, lo que reduce el reflujo y la relajación excesiva; mantener una buena higiene del sueño, con horarios regulares y un entorno adecuado.
“Son medidas naturales que, en muchos casos, disminuyen notablemente los ronquidos”, afirmó.
Asimismo, los hábitos de vida poco saludables tienen un impacto directo en la intensidad y frecuencia de los ronquidos. El alcohol relaja demasiado la musculatura de la garganta, intensificando el problema; el sobrepeso incrementa la presión sobre las vías respiratorias, reduce el calibre de la faringe y favorece incluso la apnea del sueño; y el tabaco inflama las vías respiratorias, engrosa los tejidos y empeora la vibración.
“Cuanto más presentes estén estos factores, más fuertes y frecuentes serán los ronquidos”, advirtió la especialista.
Hoy en día, la medicina ofrece un abanico de soluciones que va desde lo más simple hasta lo más especializado:
Opciones básicas: tiras nasales, cambios posturales y férulas bucales que adelantan la mandíbula.
Tratamientos médicos: control de la rinitis o alergias con sprays nasales, pérdida de peso supervisada y dispositivos de avance mandibular hechos a medida.
Tecnología: equipos de presión positiva (CPAP o BiPAP), más usados en apnea del sueño, pero también eficaces en ronquidos severos.
Cirugías: desde correcciones de tabique y reducción de cornetes hasta técnicas avanzadas como las faringoplastias, que refuerzan la vía aérea en el punto exacto del colapso. Estas pueden combinarse con intervenciones en la base de la lengua o la epiglotis, dependiendo del caso.
“La clave está en individualizar cada tratamiento según la causa y las características del paciente”, puntualizó Sanabria.
La prevención, según la especialista, es tan importante como el tratamiento: “Cuidar los hábitos diarios: mantener un peso adecuado, evitar el exceso de alcohol y el tabaco, y priorizar rutinas de descanso estables. Tratar precozmente los problemas respiratorios, no normalizar la nariz tapada, las alergias mal controladas o los ronquidos persistentes, y consultar a un especialista cuando los ronquidos son frecuentes, intensos o se acompañan de pausas respiratorias”.
“No debemos normalizar los ronquidos. En algunos casos pueden ser la puerta de entrada a la apnea del sueño, un trastorno que tiene consecuencias cardiovasculares y metabólicas serias”, concluyó.