El otro día, mientras analizaba datos de la DNIT entre café y pan dulce, me di cuenta de que padecemos una patología comercial silenciosa: el "Síndrome de la Pecera".
Sería como estar cien peces nadando en círculos en un tanque de agua pequeño, peleándose por la misma comida, ignorando que el vidrio de la pecera no es una pared, sino una ventana. Y del otro lado, hay un océano.
Los reportes cuentan una historia de rebelión silenciosa que está ocurriendo mientras nosotros miramos el mercado interno. Este 2025, los números dieron un salto en la estadística nacional. Las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) pasaron de representar un tímido 2,68% de las exportaciones totales en 2024, a un esperanzador 5,3% este año.
Puede parecer un número pequeño, pero en economía, duplicar la participación en doce meses es una conquista. Estamos hablando de US$ 453 millones que entraron a los bolsillos de emprendedores que decidieron dejar de nadar en círculos.
Lo fascinante no es sólo el "cuánto", sino el "dónde". El informe revela que el 95% de las exportaciones de Mipymes se dirigen a solo tres países limítrofes: Argentina, Bolivia y Brasil, lo que evidencia una fuerte “regionalización” del comercio de las micro, pequeñas y medianas empresas. Esta es la prueba de que el cliente más importante está a un viaje en camión de distancia. La burocracia ya no es excusa; la logística, tampoco. Estados Unidos crece como destino y el Mercosur es, literalmente, nuestro patio trasero.
Pero si nos atrevemos a levantar la vista un poco más allá de la frontera seca, nos encontramos con casos que desafían la lógica convencional.
Pienso en el caso de la marca Emperatriz Cassava. No es una multinacional con edificios de cristal; es una mipyme paraguaya, liderada por una emprendedora que tuvo la audacia de producir el primer destilado de mandioca del mundo. Mientras acá muchas veces peleamos contra molinos de viento —donde el retail local prioriza la bebida importada y relega lo nacional al fondo del estante—, ella miró el mapa completo.
Hoy, esa botella de destilado de mandioca está en negociaciones con otra mipyme de Taiwán que produce destilados de batata.
Sería bueno que paremos un segundo a pensar en la potencia de esa imagen. Dos raíces, dos culturas, dos pequeñas empresas y productos que se encuentran exactamente al otro lado del planeta una de otra, cerrando tratos de igual a igual. Taiwán se convierte así en la puerta de entrada para mercados tan exigentes e importantes como Japón y Corea.
Ahí radica la gran paradoja de nuestro tiempo. Creemos que para exportar a Asia necesitamos ser gigantes, y resulta que la agilidad de ser "chicos" es nuestro mayor activo. Se pueden hacer negocios B2B entre mipymes a escala global. Lo que para el mercado local es "caro" o "raro", para el mundo es exótico, premium y valioso.
La lección que nos deja este 2025, con ese 63% de exportaciones concentradas en el segundo semestre, es que el mercado paraguayo nos queda chico, porque nuestros productos están listos para jugar en ligas mayores.
Mi reflexión para el brindis de estas fiestas es un desafío a nuestra comodidad: ¿Estamos preparados para saltar de la pecera y zambullirnos en el mar abierto de las oportunidades?
Si vivís en Central, o en departamentos como Caazapá y Misiones donde la exportación aún es una rareza estadística, te invito a repensar tu estrategia. No limites el potencial de tu negocio solo a nuestras fronteras. Tu esfuerzo y tu calidad merecen un escenario mucho más grande.
Quizás, solo quizás, tu verdadero aguinaldo no venga en guaraníes, sino que te esté esperando en un puerto de Taiwán, en una góndola de Sao Paulo o en un depósito en Buenos Aires.
El mundo busca lo que nosotros tenemos. Sería un desperdicio dejarlo esperando.