¡Qué buena mala publicidad! Una frase tan contradictoria como su análisis mismo

(Por Hernán Fernández de Tabarez) Tiempo atrás leí sobre una investigación realizada por Alan Sorensen, profesor de economía de la Universidad de Stanford, quien, junto a Jonah Berger (autor de varios libros de marketing y conductas del consumidor), estudió el impacto final de las críticas negativas en la comercialización de ciertos productos, en este caso específicamente en libros.

Sorensen y Berger analizaron más de 240 reseñas literarias publicadas en The New York Times, y descubrieron que los libros de autores desconocidos podían incrementar sus ventas en un 45%, luego de recibir una reseña en contra. En estos casos, la crítica actuaba como un trampolín de visibilidad. Lo negativo llamaba la atención, y lo desconocido generaba curiosidad.

En cambio, para los autores ya consagrados, la historia fue diferente. Una crítica negativa reducía sus ventas en un 15% en promedio, ya que afectaba la percepción de calidad sobre un producto del que el público ya tenía ciertas expectativas.

Berger explicaba que la atención generada —incluso si es por un mensaje adverso— puede mejorar el recuerdo, despertar curiosidad y hasta motivar una compra impulsiva, especialmente cuando no existe un posicionamiento previo consolidado. En pocas palabras: si nadie te conoce, un escándalo puede ayudarte a entrar en la conversación.

Este fenómeno reforzó la frase tan repetida como peligrosa: “Que hablen, aunque sea mal”.

¿Es siempre así?

En comunicación, como en la vida, el contexto lo es todo. La frase puede funcionar en determinados ámbitos, como el espectáculo, la política polarizada o el mundo de los influencers. Pero cuando hablamos de marcas, servicios o empresas con responsabilidad institucional, la historia cambia.

No es lo mismo una crítica a una película independiente que se vuelve objeto de culto, que un escándalo reputacional que pone en jaque la confianza en una empresa alimentaria. Las consecuencias son diferentes, y muchas veces irreversibles.

Casos que nos muestran diferentes resultados

Donald Trump acumuló enorme cobertura negativa en su campaña del 2016, pero logró capitalizarla para reforzar su imagen de “antiestablishment”. En su caso, el rechazo mediático alimentó su narrativa de outsider.

Balenciaga (2022) lanzó una campaña con imágenes que generaron rechazo global. La intención de provocar fue tal vez deliberada, pero el impacto negativo terminó costando mucho más que cualquier notoriedad ganada. Terminaron eliminando toda la comunicación.

Kendall Jenner y Pepsi: el intento de vincular una gaseosa con protestas sociales fue visto como oportunismo, y la marca tuvo que retirar el anuncio y pedir disculpas.

El algoritmo no juzga, pero el público sí

En el universo digital lo polémico genera clics, y eso puede parecer tentador. El problema es que la viralidad no discrimina. Algo puede expandirse sin que eso implique que sea recordado positivamente.

El algoritmo puede amplificar el escándalo, pero no repara la reputación. El público construye una percepción emocional que se graba en la memoria colectiva, y a veces no hay segunda oportunidad.

¿Cuándo podría "funcionar" la mala publicidad?

  • Cuando se trata de personajes cuya identidad está asociada al escándalo.

  • Cuando el público objetivo busca lo irreverente o lo políticamente incorrecto (aguante el Rock and Roll).

  • Cuando el hecho negativo no daña la confianza ni la credibilidad, sino que despierta curiosidad.

Pero incluso en estos casos, hay una línea muy delgada, y cruzarla puede costar caro.

Construir confianza lleva años. Perderla puede tomar solo unos segundos. Una campaña mal pensada es capaz de provocar un daño profundo, difícil de cuantificar. Porque no se trata solo de ventas, sino de marca, de prestigio, de vínculo emocional.

La famosa frase “toda publicidad es buena” olvida que no todo lo que genera atención es comunicación efectiva, y que no toda exposición es resultado.

Hay veces en que la mala publicidad puede generar impacto. Pero, en la mayoría de los casos, el costo de dañar la reputación supera cualquier ganancia efímera.

En tiempos donde la confianza es escasa y el ADN digital queda para siempre, la frase “que hablen, aunque sea mal” debería revisarse. Porque una cosa es que te conozcan, y otra muy distinta es que te elijan.

Phygitalidad: el fin de la falsa dicotomía online vs. offline (ML y su poder de “Head of culture” + Gut, lo demuestran)

(Por Taylor-Maqueda-Maurizio-Otero) El concepto de "phygitalidad" — acuñado por el estratega de retail Alex Simonson y popularizado durante la pandemia— describe la fusión indistinguible entre experiencias físicas y digitales, donde ambas dimensiones se potencian mutuamente en lugar de competir. Desde Infonegocios Miami, hace más de tres años también que lo promulgamos. Mercado Libre entiende esto con claridad quirúrgica.

(Tiempo de lectura de alto valor estratégico: 4 minutos)

Cimone Tavares, la modista que convirtió su herencia familiar en un emprendimiento con estilo propio

(Por NL) Desde pequeña, Cimone Tavares vivió entre hilos, telas y tijeras ya que es hija de una modista y profesora de corte y confección, aprendió a coser sus propias prendas desde chiquita y sin dudas fue un aprendizaje que luego se transformó en su vocación. Hoy, Cimone es la mente creativa detrás de Civita Confecciones, un emprendimiento que diseña ropa para artistas, producciones audiovisuales, teatro y eventos especiales en Paraguay.

Gustavo Lima: “El verdadero éxito no reside en abarcarlo todo, sino en ejecutar con excelencia aquello que uno eligió con convicción”

Gustavo Lima irrumpe en el panorama literario paraguayo con su libro Donde Nacen las Decisiones, una obra que se postula como una guía esencial para los jóvenes que se enfrentan a las encrucijadas vitales tras finalizar el colegio. El texto aborda de lleno un tema generacional y universal, el desafío de tomar decisiones cruciales y la compleja tarea de construir un camino propio.