Martínez vuelca todos sus años de formación nutrición en congresos internacionales de nutrición, donde adquirió conocimientos sólidos en nutrición deportiva. Sin embargo, muy pronto comenzó a notar una contradicción: “La nutrición deportiva a veces difiere mucho de lo que entendemos por una vida realmente saludable. Yo entré pensando que era lo más sano, pero en la práctica descubrí que no siempre es así. La salud no se trata solo de proteínas y calorías: implica movimiento, equilibrio y hábitos sostenibles”, mencionó.
Sus propias experiencias de salud fueron un motor de cambio. Episodios personales la llevaron a cuestionar lo aprendido y a acercarse a lo natural: agua, alimentos reales, remedios caseros, caminar descalza sobre la tierra, tomar sol, abrazar árboles, meditar. “Todo lo que es natural nos devuelve a nuestro centro. Eso es lo que me inspira cada día”, afirmó.
Aunque siempre fue apasionada por la cocina, durante años se limitó a preparar platos para familiares y amigos. “La gente me decía: ¿Cuándo vas a abrir tu propio restaurante? Y yo respondía: vengan a comer conmigo, pero no vendía. Hasta que una amiga me animó: Cris, abramos un local, la gente ama tu comida”, recordó.
Así nació el primer espacio físico en 2015, en un local compartido con una escuela de yoga. Allí montó su consultorio de nutrición, una pequeña cocina y un comedor donde empezó a servir sus recetas. El proyecto fue creciendo, cambiando de lugar, hasta consolidarse en su actual local, un espacio que combina alimentación, talleres y asesoramiento personalizado.
“Yo no busqué abrir un negocio como los demás restaurantes. Lo que hago es ofrecer un espacio donde la gente pueda nutrirse de verdad, donde cada plato sea medicina”, subrayó.
La clave de Delicias Nutritivas está en la alimentación antiinflamatoria, un concepto que rompe con la dieta tradicional cargada de harinas refinadas, azúcares y ultraprocesados. “Cada plato está pensado para que la persona tenga todo lo necesario para estar en perfecta condición física y mental. Un plato diario de nuestro menú ya incluye los nutrientes que el cuerpo necesita para funcionar en equilibrio”, dijo Martínez.
Las hamburguesas, los panes, los quesos y hasta los postres que ofrece son versiones saludables, libres de componentes que generan inflamación crónica en el organismo. La idea no es privar al paladar, sino reeducarlo, demostrar que lo saludable también puede ser delicioso.
Cristina combina el restaurante con un consultorio nutricional. Allí atiende a personas que buscan mejorar su salud a través de un plan individualizado. La consulta tiene un costo de G. 350.000 e incluye diagnóstico, plan alimentario y una revisión final.
“Lo que busco es enseñar, que la gente entienda qué le hace bien y qué le hace mal, para que puedan sostenerlo en su vida diaria. No es solo dar un menú, es un proceso educativo”, destacó.
Además, muchos clientes combinan las consultas con la experiencia en el restaurante: prueban las recetas, aprenden cómo se preparan y luego las replican en casa.
Los talleres suelen programarse los fines de semana, para que más personas puedan asistir. Allí se enseña a cocinar platos saludables, incorporar hábitos como la meditación guiada, la respiración consciente o el movimiento físico. “Lo que ofrezco no es solo comida, es cultura de bienestar. Cada plato, cada taller, cada consulta es una invitación a volver a lo natural, a lo esencial”, puntualizó.