Para muchas familias, la ecuación es simple: sin semillas no se planta, pero sin agua no se produce. Por eso, el reactivado sistema de riego, que venían esperando desde hace tiempo, se convirtió en el verdadero motor detrás de esta nueva etapa de siembras.
La entrega de insumos agrícolas por parte del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) llegó en el momento justo. Los kits incluían variedades tradicionales: maíz, poroto, maní, zapallo y hortalizas, suficientes para poner en marcha pequeñas parcelas. Sin embargo, en esta ocasión el entusiasmo viene acompañado de algo más sólido: la posibilidad de regar.
En ciclos anteriores, muchos cultivos no sobrevivieron por falta de humedad en el suelo. Esta vez el escenario es distinto. Con el sistema de riego funcionando, los productores pueden planificar cultivos de manera más estable y evitar la incertidumbre que deja la dependencia exclusiva de la lluvia.
El sistema de riego, aunque sencillo, marca la diferencia en un departamento como San Pedro. Permite que las semillas entregadas no se queden en un gesto simbólico, sino que se conviertan en plantas reales, cosechas concretas y producción que mueve la economía local.
Cuando los agricultores pueden controlar el agua, pueden también aumentar la frecuencia de siembra, establecer huertas más diversas, reducir pérdidas por sequía, obtener cultivos más uniformes e incluso pensar en vender excedentes. Para familias que trabajan en parcelas de pocas hectáreas, ese pequeño salto tecnológico significa autonomía y previsibilidad.
Cada siembra activada con riego genera un efecto dominó: las ferias vuelven a ofrecer más productos locales, los comercios rurales sienten mayor movimiento y los productores pueden reinvertir parte de sus ingresos en mejoras para la próxima zafra.
En un contexto donde el costo de los insumos aumentó y el clima se volvió más impredecible, tener un sistema de riego funcionando representa una especie de “seguro productivo”. No elimina todos los problemas, pero reduce las posibilidades de perderlo todo.
Sembrar con menos miedo
Antes, plantar era casi un acto de fe. Ahora, con el riego asegurado, las familias sienten que la apuesta tiene mejores probabilidades. Y eso cambia la mentalidad: ya no se trata solo de mantener un huerto familiar, sino de recuperar la idea de producir, vender y sostener la vida rural.
Los productores del asentamiento 12 de Junio hablan de este momento como una “segunda oportunidad”. No porque la agricultura haya dejado de ser desafiante, sino porque ahora tienen herramientas para enfrentarla.
Las siembras ya comenzaron y, si todo avanza como proyectan los técnicos locales, las primeras cosechas llegarán antes de fin de temporada. Pero para los agricultores, lo importante no es solo lo que se cosecha hoy, sino lo que se puede planificar mañana.
Con riego, semillas y voluntad de trabajar, San Estanislao vuelve a ver movimiento en sus chacras. El interior productivo respira un poco más tranquilo cuando el agua corre, y esta vez, corre.
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