La historia familiar de los Solís está marcada por el trabajo en el campo y la búsqueda constante de diversificación. Su chacra de 8 hectáreas alberga cultivos de papa, cebolla y remolacha, pero es este último el que ha captado toda su atención en los últimos años. “Todo empezó con mi padre. Nosotros seguimos su legado y cada año buscamos mejorar la producción. Este año tenemos 2 hectáreas y media dedicadas a remolacha, y esperamos cosechar aproximadamente 25.000 kilos”, relató para InfoNegocios don Rodolfo, con orgullo y satisfacción.
La producción no es solo un número: cada bolsa de 20 kilos que llega a Asunción lleva consigo el esfuerzo de seis manos que trabajan día a día en la parcela, desde el lavado y clasificación hasta el embolsado y pesaje. Técnicos de ALAT Hernandarias, encabezados por el Ing. Aldo Ayala, acompañan el proceso, asegurando que el producto mantenga la calidad que caracteriza a la familia Solís.
A pesar de la modestia de su parcela, la dedicación familiar y la constancia han convertido a la remolacha en un cultivo rentable y valorado. “No somos muchos productores en Alto Paraná. Solo mi tío y yo. Pero la remolacha es apreciada por su sabor y por todos los nutrientes que aporta”, dice Don Rodolfo. Esta pasión por el producto se combina con un fuerte sentido de tradición y responsabilidad: la tierra y los cultivos son el legado que la familia busca mantener y mejorar con cada zafra.
La asistencia técnica y las capacitaciones del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) han sido un apoyo importante, aunque algunas gestiones, como la verificación de calidad por parte del Senave, a veces generan desafíos. “Ellos no siempre pueden venir a tiempo, y eso retrasa la comercialización. Pero seguimos adelante con lo que tenemos, con esfuerzo y paciencia”, cuenta Don Rodolfo, reflejando la resiliencia que caracteriza a los productores familiares.
En la chacra de los Solís, la tecnología convive con métodos tradicionales: el trabajo con bueyes, la atención manual en cada etapa del cultivo y la participación de toda la familia son los pilares de una producción que respeta la tierra y los tiempos de la naturaleza. Cada cosecha no es solo un logro económico, sino también una celebración del trabajo conjunto y del compromiso con la comunidad.
Con la mirada puesta en el futuro, la familia Solís sigue apostando por la remolacha como un cultivo que combina tradición, nutrición y oportunidades de negocio. La zafra de este año supera la del 2024, y el crecimiento familiar se refleja en cada bolsa que llega a Asunción, llevando consigo no solo un producto fresco, sino también una historia de esfuerzo, aprendizaje y dedicación que inspira a otros productores de la región.
La historia de don Rodolfo y su familia es un recordatorio de que, en Alto Paraná, la agricultura familiar no es solo una actividad económica: es un legado que se cultiva con pasión, paciencia y la certeza de que el trabajo en familia siempre da frutos.