Hacer una lista de todo
“Hacé la lista de todas tus tareas, actividades, funciones, responsabilidades. No hace falta que esté en ningún orden, ni alfabético ni de prioridades, ni tampoco hace falta que separes las cosas del trabajo de las cosas personales o del hogar; tu realidad es que vos sos solo una misma y tu día, como el del resto, tiene sólo 24 horas”, recomendó, como primer paso.
¿Qué es delegable y qué no?
Una vez realizada la lista, Zelada advierte que se podría sentir algo de agobio por su extensión o complejidad; sin embargo, se trata de un paso más hacia el alivio “Sí, porque cuando el caos comienza a ponerse en orden, nos da esa sensación. Ahora es momento de marcar cada una de estas tareas con un check o una equis dependiendo de lo que vas a delegar o no. Para determinar esto no sólo debés pensar en qué podrías delegar sino también en qué querés delegar”, aclaró.
Para esto, los distintos grupos de actividades deberían determinarse también: tareas contables, tareas macro de comunicación de la marca, logística, agenda, página web, contenido, control, etc.
Analizar lo que decidiste no delegar
“De todo lo que marcaste que no podés delegar, ¿cuáles están basadas en el miedo? Miedo a que otro lo haga mal o, por qué no, miedo a que lo haga tan bien que a vos te deje mal. Aquí podés descubrir otras cosas tuyas que van más allá de la organización de tu tiempo, sino que tienen que ver con tu seguridad personal”, explicó.
Aura recalcó poner especial atención en las actividades que se deciden no delegar por falta de presupuesto. “Ya que muchas veces nos cerramos a la idea de tercerizar algo cuando nos impacta el precio de esto”. Aconsejó hacer el balance del precio de lo que se paga, teniendo en cuenta el valor que representa esa solución en otros ámbitos de la vida (o de eficiencia de la empresa emergente). “La razón más fuerte para no delegar algo debe ser porque te encanta hacerlo. Intentá encontrarle la vuelta a todo para que siempre llegues a esto”, afirmó.
Para las tareas a delegar
Lo primero es buscar a la persona correcta, que pueda ser responsable y, además, disfrute realizar la actividad a delegarse. Mostrarle de lo que debe tener certeza, de que entienda cuál es el objetivo, de modo que pueda tomar decisiones cuando la situación lo requiera. “También tenés que tener en cuenta que todo lo que delegás son las tareas, pero no las responsabilidades. Una vez que le encargues algo a alguien, vas a tener que seguir dándole seguimiento, en el ritmo que veas necesario, según surjan los resultados”, recordó.
Confiar
“Es muy probable que las cosas se hagan de una manera que no es la tuya, pero esto no significa que se hagan mal. Suavizá tus exigencias en las cosas que no merecen demasiada atención y festejá el descubrir cómo los demás resuelven situaciones. Y cada vez que te quieras meter a hacer algo que no te gusta, pero lo hacés porque si no los demás lo hacen mal, atajate y pensá que ese es tu momento robado a lo que sí te gusta hacer”, concluyó Zelada.