El ingeniero agrónomo Fernando Samaniego, experto en el rubro y copropietario de HidroBio, explicó para InfoNegocios que, si bien la hidroponía es adaptable incluso a pequeños espacios —“se puede tener hasta en un balcón”—, su desarrollo a nivel comercial exige planificación y capital. “No es que cualquiera puede desarrollarlo de un día para el otro. Es un sistema intensivo que requiere conocer la fisiología vegetal y la nutrición, porque uno le da a la planta lo que necesita en cada momento. La inversión inicial puede parecer alta, pero a largo plazo es más rentable que el sistema convencional”, aseguró.
En términos de eficiencia, un invernadero hidropónico de 10.000 plantas puede manejarse con apenas dos personas, la productividad puede llegar a triplicar o cuadruplicar la de un sistema tradicional. Esto significa mayor volumen en menos espacio, menos mano de obra requerida y un uso mucho más racional de agua y nutrientes.
Si bien los insumos y equipos especializados en hidroponía aún no se producen localmente en su totalidad, la disponibilidad ha mejorado en los últimos años gracias a las importaciones desde Europa y Asia. Los fertilizantes solubles en agua, por ejemplo, ya se encuentran con mayor facilidad en el mercado, aunque algunos sustratos específicos deben ser importados. Esto implica que el productor interesado en iniciarse en el rubro debe estar dispuesto a invertir en infraestructura especializada y, en muchos casos, traer equipamiento de afuera.
Pese a estos desafíos, el potencial es enorme. La hidroponía permite producir alimentos de forma sostenible y con altos estándares de calidad. Además, representa una respuesta a una tendencia global: generar más alimentos en menos espacio y con menor impacto ambiental. De hecho, existen experiencias internacionales donde esta técnica se utiliza incluso para producir forraje verde hidropónico destinado a ganadería intensiva o a especies menores, una práctica que todavía no tiene gran aplicación en Paraguay debido a la abundancia de tierras disponibles.
En este escenario, HidroBio se ha consolidado como un referente nacional. Con casi ocho años de experiencia en el mercado, la empresa no solo produce hortalizas de alto valor como lechugas, rúcula, albahaca, tomates y morrones, sino que también ha experimentado con cultivos más complejos como berenjenas, pepinos y hasta frutillas.
El paso más reciente de la firma es la inauguración de un invernadero de una hectárea en Nueva Italia, concebido con la más alta tecnología disponible. La inversión incluye una estructura multitúnel de hierro galvanizado, sistemas de ventilación automática y pantallas de sombreo motorizadas que permiten controlar el microclima con precisión. El proyecto incorpora además sustratos de fibra de coco importados de Sri Lanka, inéditos en Paraguay, que optimizan la oxigenación de las raíces y el drenaje, lo que se traduce en cultivos más uniformes y de mejor calidad.
La capacidad de producción proyectada en esta nueva instalación es de 35 kg/m2 al año en tomates y 20 kg/m2 en morrones, cifras que colocan a HidroBio entre los referentes de la región en términos de rendimiento y eficiencia.
Pero el aporte de HidroBio va más allá de los números. La empresa fue una de las primeras en obtener el sello verde que recientemente fue lanzado en conjunto con el Mades, MIC y la Unión Industrial Paraguaya, reconocimiento que premia las prácticas sostenibles. En su operación se utilizan sistemas de recirculación de agua y paneles solares, avanzando hacia un modelo de producción autosustentable y circular.
El potencial de crecimiento de la hidroponía en Paraguay es claro. Con abundancia de agua de calidad, energía 100 % renovable, ubicación estratégica y una demanda creciente de alimentos frescos y saludables, el país reúne condiciones únicas para convertirse en un hub hortícola en la región. La experiencia de HidroBio demuestra que, con inversión y conocimiento, la agricultura de precisión puede ser una realidad rentable y sostenible en el país.