InfoNegocios: ¿Cómo empezó su carrera empresarial?
Teresita Adorno: Yo soy química de profesión y tengo un diplomado en administración financiera, pero en realidad nunca ejercí porque mi sueño siempre fue estudiar medicina. En esa época en Ciudad del Este no existía esa carrera, así que me casé y terminé yéndome a trabajar al Chaco. Hace unos 25 años, todo era muy rudimentario.
Luego volví a Ciudad del Este y, junto con mi marido, emprendimos el trabajo de campo. Al inicio yo solo acompañaba, era ama de casa. Pero tras mi divorcio tomé las riendas y, hace unos siete años, empecé a trabajar de lleno en la ganadería como propietaria y CEO de la empresa. Fue difícil, sobre todo al principio, en un rubro tan masculino, con mucha discriminación. Incluso una misma se boicotea pensando: “no voy a poder”.
Desde joven tuve dos grandes pasiones: la medicina y el campo. Como no pude estudiar lo primero, me entregué a lo segundo. Me atraían los caballos, los desafíos, el trabajo fuerte. En el Chaco aprendí lo duro que podía ser empezar en un lugar aislado, pero eso me formó. Tras mi divorcio regresé a Ciudad del Este y decidí emprender mi propio proyecto ganadero.
Así nació Agroganadera Karanda’y Poty, un nombre que traje del Chaco. El karanda’y siempre me inspiró por su fortaleza: resiste inundaciones, incendios y vuelve a brotar. Esa resiliencia me identificó. Mi hermano se sumó al proyecto y juntos implementamos un sistema de ganadería inteligente, con recría y engorde, inspirado en modelos que conocí en Brasil. Fue una inversión enorme: restaurar suelos que venían de la soja, curvas de nivel, fertilización de precisión. Todo se hizo desde cero.
Empezamos con apenas 300 animales porque yo no tenía respaldo económico; recién divorciada, los bancos no me conocían. Sin embargo, nunca me detuvo la falta de recursos, me gustan los desafíos. El proyecto estaba diseñado para 2.000 animales en 800 hectáreas y lo fuimos construyendo paso a paso.
Entre 2016 y 2017 consolidamos la estructura y en 2018 hicimos la primera carga. Así comenzó realmente esta empresa ganadera, de la cual hoy me siento orgullosa de liderar.
IN: ¿Qué obstáculos encontró para desarrollarse como empresaria?
TA: Fueron varios obstáculos. Primero, la discriminación. No sé si esa es la palabra exacta, pero sí sentía la diferencia, porque este es un mundo de hombres y yo tenía mucho miedo e incertidumbre de no ser respetada. Eso lo fui superando paso a paso, y hoy me siento una más entre ellos, incluso mejor preparada que algunos, porque estudié agronegocios, reforcé mis conocimientos y pude aplicar también mi formación en química al manejo del suelo. Para mí, lo más importante en la ganadería es la tierra: si no cuidás el suelo, no vas a tener animales de calidad.
Al principio fue muy duro: ida y vuelta en camioneta, 300 kilómetros de mi casa, mientras mi hermano se quedaba allá viviendo. Empezamos de cero y hoy, gracias a Dios, tenemos 6.000 cabezas de ganado bajo un sistema intensivo, con más inversiones y un gran equipo humano. Para mí es un orgullo, como mujer, haber formado un grupo de trabajo sólido, con amigos y colaboradores que fueron parte de esta historia.
El segundo gran obstáculo fue más personal. A finales del 2017, cuando recién empezábamos a cargar animales, me detectaron cáncer de mama. El mundo se me vino abajo: acababa de divorciarme, estaba emprendiendo un negocio complicado y, de repente, recibí ese diagnóstico.
Pasé por un proceso muy duro: al principio sentí desesperación, pero poco a poco acepté la situación, me sometí a los tratamientos y decidí seguir adelante. Nadie en el campo sabía que yo estaba enferma. Incluso antes de la primera quimioterapia me corté el pelo y me hice una peluca, para que no se notara. Solo mi familia lo supo al inicio.
La vida continuaba “normal” porque yo no quería detenerme. El deporte me ayudó muchísimo: siempre fui muy activa y eso me dio fuerza mental. También me refugié en la oración, convencida de que debía salir adelante.
Con orgullo cuento que, mientras luchaba contra el cáncer, la producción de ganado seguía creciendo. Tengo un gráfico de esa época donde, a medida que avanzaba mi tratamiento, la curva de la producción subía. Eso me dio esperanza y me demostró que, pese a la enfermedad, yo podía seguir construyendo mi sueño.
IN: ¿Cómo vivió la lucha contra el cáncer mientras seguía liderando la empresa?
TA: El proceso del cáncer fue muy duro. Estoy en remisión desde el 2020, pero sigo con medicación porque lo mío fue muy grave: fue el tipo más agresivo y llegué prácticamente con metástasis en la cabeza, además de en otros órganos. Ese fue el momento más difícil, lo que casi me lleva.
Sin embargo, sobreviví gracias a lo que considero mis tres pilares: la ciencia, la fe en Dios y la actitud. Me sometí a todos los tratamientos médicos posibles, combinando incluso medicina alternativa, y en ningún momento retrocedí. Siempre tuve claro que debía avanzar, enfrentar lo que viniera con fuerza y determinación.
Esa mezcla de ciencia, fe y acción fue lo que me permitió no solo superar la enfermedad, sino también seguir creciendo en el trabajo y en la vida.
IN: ¿Cuál considera que es su mayor éxito como empresaria?
TA: Mi mayor éxito no es haber pasado de 300 a 6.000 cabezas en apenas seis años y medio. Para mí, el verdadero logro fue aprender a ser una líder “bambú”, una líder karanda’y: fuerte, firme, pero siempre sumando valor a mi gente.
Si mis funcionarios no sienten alegría, pasión, buen trato y hasta una buena comida en el trabajo, entonces no sirve de nada. El dinero no es lo más importante, sino la fortaleza que construí como mujer, enfrentando tormentas y adversidades, y llegando hasta aquí con valentía.
Yo me considero valiente porque salí de trincheras durísimas: enfrenté la tierra áspera, el cáncer y la vida misma, y aun así logré que mi trabajo creciera. Eso es para mí el éxito: alcanzar logros que van mucho más allá del dinero, cosas que no tienen precio y que no se pueden medir en novillos.
IN: ¿Qué consejo le hubiera gustado recibir cuando estaba iniciando su carrera empresarial y se lo daría a otro empresario ahora?
TA: Creo que la clave está en la resiliencia. Ningún empresario empieza de un día para otro ni con magia: hay que esforzarse y tomar decisiones, aunque cuesten. En el mundo rural, el esfuerzo es inevitable si querés lograr lo que soñás.
El secreto fundamental es la pasión. Si vas al trabajo sin alegría, sin sonrisa, sin pasión, no existe. Después viene la disciplina, la responsabilidad y, sobre todo, la planificación. En el campo, si no tenés bien claros tus planes, es imposible avanzar.
Para mí, la combinación de pasión, disciplina y planificación es lo que permite llegar a un éxito real: uno que sea rentable y, al mismo tiempo, sostenible.
IN: ¿Es el Estado un aliado o un problema para el empresario? ¿Qué le reclamaría?
TA: En este momento estamos contentos con lo que venimos logrando, pero necesitamos que no haya intervenciones que terminen subsidiando a unos en detrimento de otros. Nuestro sacrificio es muy grande: criar animales no es algo que se logra de un día para otro, requiere mucho trabajo y esfuerzo.
Lo que más necesitamos es seguridad jurídica, además de apoyo en tecnología y asistencia técnica. Muchos pequeños y medianos productores no tienen acceso a esas herramientas, y eso limita su desarrollo. Si logramos ese acompañamiento, el sector puede crecer de manera más justa y sostenible.
IN: ¿Qué bondades y defectos tiene el empresario paraguayo?
TA: Creo que muchas veces lo que falta es permitirnos el cambio de paradigmas. Hoy existe tecnología que nos permite producir más en menos superficie, pero no todos lo comprenden. Solo hace falta abrir la mente y mirar lo que otros ya están logrando.
La ganadería regenerativa, por ejemplo, está muy en auge. Tuve la oportunidad de conocer experiencias en Costa Rica y es increíble cómo los animales crecen en el monte nativo, sin necesidad de desmontar. Yo misma estoy probando en mis reservas y funciona muy bien, sobre todo en épocas de mucho calor o frío extremo.
En cuanto a las bondades, creo que nos caracteriza la valentía para asumir riesgos. A veces no sabemos si va a salir bien, pero nos animamos igual. Y también destaco la cadena de valor que construimos: cada eslabón suma hasta llegar a la comercialización de los animales. Eso es lo que fortalece al sector en su conjunto.
IN: ¿Un libro que todo CEO o gerente general debería leer al menos una vez en su vida?
TA: Recomendaría mi propio libro: De tacones a botas. Es mi primer libro y un sueño cumplido. En él hablo del desapego: no solo de lo material, sino también de emociones difíciles o tóxicas. El cáncer me llevó a transformarme y a trascender, a dejar atrás muchas cosas, incluso una imagen de mí misma, para convertirme en lo que soy hoy: más sana, natural, reflexiva y con ganas de aprovechar cada día, cada segundo, porque nunca sabemos si habrá un mañana.
El mensaje central es vivir más ligero, sin cargar la maleta con tanto estrés, aprendiendo a soltar. Esa enseñanza no vino solo del cáncer, sino también del peregrinaje de la vida.
El libro ya está disponible en Amazon. Lo presentaré el 14 de octubre en el Condominio del Paraná Country Club, y mi idea es ir a Asunción, recorrer también el interior del país, y compartir esta experiencia con más personas.
IN: ¿Cuál es su recomendación para mantener a su equipo motivado?
TA: En lo material, mis funcionarios tienen cubiertas sus necesidades básicas: alimentación diaria, atención médica, IPS, uniformes. Eso ya es una gran motivación. Además, buscamos siempre sumar valor: premiamos a quienes se destacan, apoyamos a sus familias con juguetes o libritos para los hijos, damos propinas por un buen desempeño y a fin de año entregamos canastas, regalos y el aguinaldo. Todo bajo regla, para que el equipo esté feliz y motivado.
Pero más allá de lo material, mi fórmula es la empatía. Me acerco, escucho y converso con ellos. Si alguien quiere renunciar, me interesa saber por qué, entender si son motivos familiares o algo relacionado con la empresa. Siempre intento estar abierta a escuchar.
Considero fundamental la capacitación humana. Si un funcionario no siente pasión por su trabajo, es difícil que aporte al equipo. Entonces, siempre pregunto: “¿Te gusta tu trabajo?”. Porque si no lo disfrutas, no vas a sumar. Y en ese proceso también hay que mirar lo emocional: muchas veces un peón viene de lejos, con necesidades distintas, con problemas que uno no ve. Si alguien amaneció de mal humor un día se entiende, pero si se repite hay que analizar más a fondo.
Reconozco que a veces soy exageradamente generosa y eso puede tener un costo, pero es parte de cómo soy, y hoy lo soy aún más. Porque para mí la abundancia no es solo material: es la satisfacción de trabajar en un lugar seguro, donde nadie te moleste y todos puedan crecer. Eso es lo que realmente permite alcanzar logros, metas y objetivos.
IN: ¿Cómo lidia con el estrés que produce la actividad empresarial?
TA: Yo uso varias herramientas que me ayudan en todo momento, tanto en lo personal como en lo profesional. Una de ellas son las meditaciones diarias. Es sacar lo que te carga y dejar fluir lo que no podés cambiar en ese instante, hasta encontrar una solución.
En la empresa es lo mismo. Nuestro rubro es muy dinámico y dependemos mucho de factores externos. Por ejemplo el clima, no podés quedarte esperando que cambie el clima, tenés que adaptarte.
Creo que el liderazgo debe enfocarse en el equipo y en manejar bien las energías: cuando vibramos alto, el trabajo sale mejor. A veces lo que falta no es capacitación técnica, sino un abrazo, una palabra, un gesto humano.
Las enfermedades y las adversidades me enseñaron esto: vivir el día a día con conciencia. Porque uno nunca sabe qué puede pasar mañana, y no hay que sobrevivir solamente, sino aprender a vivir de verdad.