¿Cómo empezó su carrera empresarial?
Podríamos decir que la vida empresarial de una persona comienza, en la mayoría de los casos, con una formación académica previa enfocada hacia una determinada actividad. Yo me había graduado de abogado y también de notario, y era gerente de una empresa inmobiliaria. Me había desempeñado relativamente bien, y surgió la visión —dentro de una maestría de marketing y dirección comercial que cursé— de desarrollar mi propio emprendimiento, y así comenzamos.
¿Qué obstáculos encontró para desarrollarse como empresario?
Principalmente en el frente financiero, donde resulta sumamente importante contar con recursos significativos, ya que el negocio inmobiliario se caracteriza por requerir una alta inversión de capital. Es decir, comprar una propiedad, parcelarla... Los loteamientos convencionales que desarrollamos como inmobiliaria, en general, requieren recursos importantes. Tocamos la puerta de prácticamente todos los bancos del país, y así fuimos avanzando: asumiendo compromisos y, al mismo tiempo, desarrollando productos para el mercado.
¿Cuál considera que es su mayor éxito como empresario?
Uno de los logros más importantes ha sido contar con formación académica calificada dentro de la organización. La empresa prosperó porque cuenta con talentos con buena preparación académica y una valiosa experiencia. Creo que el rol del empresario actual es empujar y, sobre todo, motivar: motivar a sus talentos internos, a sus clientes, a sus colaboradores, para que sigan en un proceso de capacitación continua. Hoy, los mercados exigen formación permanente para poder interpretar y anticiparse a las tendencias, y entender la voluntad experiencial de los consumidores o usuarios. Para lograr eso, se necesita un equipo calificado.
Por otro lado, también es fundamental pagar lo mejor posible a tu gente, mantener el compromiso y asumir una responsabilidad social y ambiental que nos permita construir una sociedad mejor. Ese es el legado que pretendemos dejar.
¿Qué consejo le hubiera gustado recibir cuando estaba iniciando su carrera empresarial y se lo daría a otro empresario ahora?
Es fundamental fijarse con claridad las metas que uno pretende alcanzar, asegurarse de que las expectativas sean razonables y, sobre todo, no apurarse en la búsqueda de esos objetivos. Hay que trabajar con tranquilidad, porque muchas veces, sin darte cuenta, el éxito empieza a golpear la puerta de tu empresa… aunque a veces tarde un poco más en llegar.
Hay que entender, como dice aquella metáfora, que el agua que golpea sistemáticamente una roca termina por perforarla. Lo mismo aplica al mundo emprendedor: las herramientas clave han sido y siguen siendo el mayor grado de estudio posible, la capacitación constante y, por sobre todo, la constancia.
Se trata de martillar cada día, de volver a intentarlo sin aflojar, y de lograr que tu equipo también se contagie de esa voluntad, ese empuje y esas ganas de seguir creciendo.
¿Es el Estado un aliado o un problema para el empresario? ¿Qué le reclamaría?
El Estado puede ser un aliado importante, ya que representa la estructura organizativa necesaria para el desarrollo de actividades económicas. En ese sentido, Paraguay ofrece un contexto macroeconómico sumamente favorable. No lidiamos con una inflación alta, ni con crisis en las reservas del Banco Central, ni con grandes fluctuaciones en el tipo de cambio. Gracias a una administración responsable de estos componentes macroeconómicos, contamos con una base sólida para emprender y crecer.
Sin embargo, también es cierto que el Estado paraguayo está lejos de ser el que aspiramos tener. Podemos identificar tres grandes desafíos que es necesario abordar para mejorar su funcionamiento.
En primer lugar, enfrentamos un exceso normativo. Tenemos más leyes de las que podemos cumplir, muchas de ellas elaboradas sin la participación debida de la sociedad y sin responder a un verdadero proyecto de país. Estas normativas suelen surgir por presión coyuntural o por intereses particulares, lo que genera un sistema regulatorio desordenado e ineficaz.
En segundo lugar, existen niveles significativos de corrupción que deben ser reducidos. Esta problemática afecta directamente a la eficiencia del Estado y a la confianza de los ciudadanos e inversores. Combatirla requiere voluntad política, transparencia y mecanismos de control efectivos.
En tercer lugar, se observa una capacitación insuficiente dentro del aparato estatal. Muchos organismos públicos carecen de las herramientas de gestión necesarias, de acceso a tecnologías de la información actualizadas, e incluso de infraestructura básica. Esto es especialmente evidente en áreas como la educación y la seguridad. Necesitamos más recursos humanos capacitados, por ejemplo, policías bien formados, no graduados en apenas tres meses. En definitiva, hace falta un Estado más profesionalizado y preparado para afrontar los desafíos del presente.
¿Qué bondades y defectos tiene el empresario paraguayo?
Creo que la verdadera fortaleza del empresario es la voluntad de hacer aquello que no existe: crear algo nuevo, algo que nadie ha logrado, o incluso algo que otros han hecho pero que se puede igualar o mejorar. Ese espíritu de emprender desde la nada es, en muchos sentidos, también la historia del Paraguay. A menudo somos muy exigentes con nuestro presente, sin reconocer que venimos de la nada misma. Hemos renacido literalmente de las cenizas.
Como sociedad, tenemos la virtud de resistir en los momentos difíciles. Pero lo que aún nos cuesta, tal vez porque es algo que desconocemos, es vivir con el éxito y hacerlo de manera responsable. Nos falta aún desarrollar la madurez suficiente para manejar nuevas herramientas de capitalización, y muchas veces no somos lo suficientemente reservados o estratégicos para sostener el crecimiento.
Uno de los desafíos más grandes es fortalecer el compromiso con la formación académica de nuestros universitarios y posgraduados. Necesitamos profesionales más preparados, con visión y herramientas para innovar y liderar.
Por otro lado, también debemos fomentar una cultura empresarial más abierta al voluntariado y al trabajo con impacto social. Muchas veces el empresario paraguayo tiende a encerrarse en su entorno inmediato, a ser conservador, probablemente influido por nuestra condición de país mediterráneo, donde las tendencias globales tardan más en llegar. Pero hoy, más que nunca, el compromiso con el entorno debe ser parte de la agenda empresarial.
También existe un cierto temor a mostrar lo logrado. Hay una idea instalada de que, si uno demuestra éxito, puede ser objeto de envidia o crítica. Debemos superar eso. No hay nada de malo en ser un empresario próspero si ese crecimiento también se traduce en mejoras para la comunidad. Tenemos que abandonar esa falsa humildad que nos limita y empezar a mostrarnos con orgullo, integrarnos más en nuestras asociaciones y gremios empresariales, y trabajar juntos para tener una voz más fuerte.
¿El empresario actual debe tener alguna formación profesional relacionada con el mundo de los negocios?
Nada que estudies alcanza, porque va a venir algo el año que viene que necesitas aprender. Eso pensábamos que era un tema para médicos o para gente técnica. Y hoy, en realidad, todas las ciencias están en ebullición, y te dediques a lo que te dediques, tienes que entender cosas nuevas cada año. Entonces, la capacitación permanente no es una opción, es un imperativo.
¿Un libro que todo CEO o gerente general debería leer al menos una vez en su vida?
He leído muchos libros, pero creo que cada persona, en su camino, encuentra aquellos que le resultan verdaderamente ilustrativos para su vida. En mi caso, puedo decir cuáles fueron los que me marcaron y me formaron.
Tuvo un gran impacto en mí la ilusión que me generaron los textos de Julio Verne. Lo cito como autor porque no es un solo libro, sino varios. En mi adolescencia, sus historias iluminaron mi mente con ideas increíbles: la vida debajo del mar, el viaje a la luna… Me hizo soñar con cosas que estaban fuera de mi alcance. Eso fue lo que me motivó a romper mi área de confort, a salir de mi zona de conocimiento y explorar lo que había más allá de mi alrededor. A imaginar lo desconocido.
Después, por supuesto, también me marcaron profundamente los autores rusos clásicos como Dostoyevski, Tolstói o Pushkin. Y en cuanto a los paraguayos, no podemos dejar de leer a Gabriel Casaccia. Él nos muestra, sin filtros, cómo somos. Solo escribió siete libros, no son muy extensos, pero vale la pena leerlos todos.
¿Cuál es su recomendación para mantener a su equipo motivado?
Creo que dos cosas: tratar de pagar lo mejor posible y capacitarlos permanentemente. Y me animo a otra cosa: incorporarlos a todos también en planes de desarrollo de la sociedad. Es importante que se vea que una empresa no solo paga salarios o impuestos, sino que también se preocupa por su gente y por la sociedad. Eso, además de ser lo correcto, es un muy buen negocio. Creo firmemente que hoy es necesario ser un ejemplo de participación activa en los temas sociales. Ninguna empresa puede estar ajena a la cultura, la educación, el deporte o a la dinámica general de la sociedad. Todos tenemos que involucrarnos de manera permanente.
La semana pasada me sentí especialmente orgulloso: veinte jóvenes de mi oficina participaron en la construcción de una vivienda dentro del proyecto de la organización Techo para mi País. Era una pequeña casa, sí, un pequeño techo... pero eso tiene un impacto enorme, y se multiplica en muchas otras acciones.
También desarrollamos un hermoso proyecto en la ciudad de Yaguarón, junto con una trabajadora social, donde construimos un caminero que conecta el centro de la ciudad con el cerro. Son pequeñas obras, pero generan un impacto enorme en la comunidad. Incluso contribuimos con señalización en las calles, algo aparentemente menor, pero que también mejora la vida cotidiana.
Si todos colaboráramos, si todos nos comprometiéramos con acciones de voluntariado, estoy convencido de que este país avanzaría mucho más rápido.
¿Cómo lidia con el estrés que produce la actividad empresarial?
Trato de seguir mis pasiones, aunque hoy en día las plataformas nos vuelven un poco locos a todos. También intento mantener el hábito de la lectura: seguir leyendo lo que se pueda, al menos dos o tres periódicos locales y, si es posible, uno internacional.
Además, algo que considero fundamental es viajar. Trato de hacer al menos dos o tres viajes al año, porque viajar te permite conocer más y entender mejor el mundo en el que vivimos. Viajar es profundamente instructivo, incluso si solo vas a por donde pasaba el tren en Ypacaraí. Eso también es cultura. Es una forma de conocer la naturaleza, al ser humano y todo lo que es capaz de crear.
¿Tiene alguna frase que lo defina?
Creo que siempre puedo hacer más. Ese, para mí, es el compromiso verdaderamente importante. Y bueno, eso principalmente.
Pero ahora que lo pienso, hay una palabra, o mejor dicho, una idea que me marcó profundamente: “fe y razón”, de Santo Tomás de Aquino. ¿Cómo es posible que no exista fe sin razón? Es decir, la razón precede a la fe. Y eso, realmente, me parece fascinante.