Alejandra trabajaba en una empresa privada, sin embargo, siempre sintió que su vocación estaba en el arte. “Tenía ese deseo de animarme, pero nunca encontraba el momento”, recordó. Durante la pandemia (como muchos) se refugió en la creatividad: inició con macramé y grabados en vidrio. Sin hacer ruido ni invertir en publicidad, sus primeros trabajos comenzaron a circular. La gente los veía, los pedía y la idea empezó a germinar gracias a el boca en boca.
Luego de retomar la vida laboral, ese impulso artístico quedó en pausa… hasta que en junio de este año decidió renunciar a su empleo y apostar por completo al arte. “Creo que este es el mejor momento para vivir del arte en Paraguay. Hoy la gente valora muchísimo lo hecho a mano y lo que cuenta una historia”, afirmó.
Su marca, Amana, está ligada a su vida, a las mujeres de su familia, como mencionó. Su madre, Norma Monges, y su abuela fueron quienes sembraron en ella esa sensibilidad estética que hoy caracteriza sus piezas. De hecho, Norma trabaja con Alejandra en la elaboración de esculturas, convirtiendo el taller en un espacio de creación intergeneracional donde confluyen técnica, intuición y memoria familiar.
Las piezas de Amana tienen un sello particular: la textura como lenguaje visual. Alejandra trabaja con yeso, cerámica de secado al aire, papel maché y otros materiales orgánicos que investiga e incorpora continuamente. Sus cuadros son mayormente abstractos y en tonos nude o terrosos, inspirados en la arquitectura contemporánea y las tendencias actuales. Igualmente, adapta paletas y estilos según lo solicitado por los clientes.
Además del arte decorativo, trabaja esculturas cargadas de simbolismo, muchas inspiradas en figuras familiares o en escenas que retratan vínculos afectivos. “Cada pieza cuenta una historia. A veces es algo muy personalizado, otras veces una obra más general que igual transmite una emoción”, dijo Alejandra.
Su producción se divide en dos líneas: piezas disponibles en stock, ideales para regalos o decoraciones urgentes, y obras totalmente personalizadas para clientes y arquitectas. Los espejos texturizados, por ejemplo, son una de las solicitudes más recurrentes y se elaboran a medida para adaptarse a espacios específicos.
Alejandra percibe un cambio significativo en el comportamiento del consumidor paraguayo: “Hoy prefieren comprar arte local antes que traer piezas de China. Muchos clientes me dicen que valoran lo artesanal y lo hecho en Paraguay. Es un camino con incertidumbre, pero no me arrepiento. Si uno sabe lo que quiere transmitir y tiene un propósito claro, se puede”.