Para el economista Darío Ochoa, que opinó para un medio de la provincia de Misiones, el país no solo mira hacia su vecino, sino que “está siendo orientado hacia un modelo parecido al paraguayo” a toda velocidad, un camino que implica profundos cambios estructurales y sociales.
Ochoa describe un modelo basado en una economía primarizada, con una estructura productiva mínima, dependiente de la importación y con una clase media frágil, características que, según él, se están replicando aceleradamente en Argentina.
El proceso tiene una dinámica clara de apertura comercial y un tipo de cambio apreciado, que afectan la competitividad de la industria y el consumo doméstico, al tiempo que favorecen las importaciones y un consumo externo selectivo.
Frente a esta caracterización, la respuesta desde el sector empresarial paraguayo es contundente. Roberto Finkelberg, presidente de la Cámara Argentino-Paraguaya de Comercio, optó por no opinar directamente sobre el diagnóstico de Ochoa, pero defiende el modelo de Paraguay y ofrece una visión matizada de su sociedad. “Entiendo que cuando se habla de imitar la economía de Paraguay, se lo hace desde el punto de vista de su estabilidad macroeconómica, su cuidado del déficit fiscal y su mayor apertura económica”, sostuvo.
Finkelberg dirige su argumento hacia la figura de la clase media, un grupo que en Argentina fue históricamente amplio pero que hoy se encuentra bajo una presión extrema. Para el empresario, la clase media paraguaya es “un grupo heterogéneo que busca estabilidad y progreso”. La describe en continuo crecimiento, con ingresos que permiten cubrir necesidades básicas con cierta holgura, acceso a educación privada de calidad y capacidad de consumo de bienes duraderos y tecnología.
El empresario reconoció desafíos estructurales como la informalidad laboral, la falta de mano de obra especializada y la vulnerabilidad ante shocks económicos. Su perspectiva es la de un sector empresarial que ve a Paraguay como una economía estable y atractiva para la inversión, un sentimiento respaldado por un crecimiento económico que ronda el 5% y un flujo comercial robusto con Argentina.
Por un lado, se presenta un modelo paraguayo elogiado por su disciplina fiscal y apertura, pero que, desde la crítica, consolida una economía poco diversificada. Por el otro, una Argentina que, al buscar emular esa estabilidad, atraviesa una transformación dolorosa y segmentada, donde los indicadores macroeconómicos positivos conviven con una profundización de las desigualdades y un cambio en la estructura productiva.