En el caso del café, la bebida que despierta a millones cada mañana, los precios subieron cerca del 80% en lo que va del año. El motivo es una combinación de factores: el impacto climático de El Niño, que afectó a Brasil, India y Vietnam (los mayores productores del mundo); problemas logísticos en las rutas marítimas; y nuevas normativas ambientales en Europa. Todo esto llevó a que el kilo de café arábica llegara a los US$ 7,58, un nivel que incluso marcas gigantes como Nestlé o Lavazza ya no pudieron absorber.
El cacao, insumo clave del chocolate, también vive un momento histórico. Tras alcanzar un récord de US$ 12.000 por tonelada en abril, hoy ronda los US$ 8.000, aún muy por encima de su promedio habitual. La causa está en África Occidental, donde plagas, lluvias excesivas y falta de inversión redujeron la oferta en Ghana y Costa de Marfil. Como si fuera poco, Turquía —líder mundial en avellanas— perdió casi la totalidad de su cosecha en algunas zonas por una fuerte helada, lo que disparó también el precio de este fruto esencial para productos como la Nutella.
Si bien en nuestro país no se produce ni café ni cacao y todo el consumo depende de la importación, estas subas se sienten de forma directa en la canasta familiar. A primera vista, el panorama parece complicado: más caro el café del desayuno, más caro el chocolate de la merienda. Sin embargo, la historia no es solo de aumentos.
En entrevista con InfoNegocios, el economista Víctor Pavón resaltó que los precios no se moverán todos en la misma dirección. “Algunos productos subirán, otros se mantendrán y varios tenderán a bajar hacia 2026, cuando la economía global recupere fuerza”, explicó. En especial, los alimentos producidos localmente tienen mejores perspectivas que aquellos que dependen de la importación.
Un ejemplo claro es la carne. Tras años de sequía que redujeron el hato ganadero, hoy la producción se está recomponiendo y el ingreso de carne brasileña ayudó a estabilizar precios. A eso se suman las aperturas de nuevos mercados, como el estadounidense, que representó un hito para la ganadería local. “Eso genera certidumbre y mayores ingresos para el país, y demuestra que con resiliencia y apertura de mercados se puede salir fortalecido de una crisis”, destacó Pavón.
El economista también ve en este contexto una oportunidad para apostar más por la producción nacional y reducir la dependencia de importaciones en rubros donde Paraguay puede crecer. “Tenemos espacio para aprovechar exoneraciones fiscales y atraer inversiones que permitan fabricar aquí lo que antes traíamos de afuera. Así se protege al consumidor y se generan empleos”, apuntó.
Claro que no todo depende del clima o de los mercados internacionales. Pavón advirtió que el gobierno debe enfocarse en resolver problemas internos, como el déficit de las cajas fiscales, y evitar intervenciones que generen incertidumbre en el sector privado. “La receta es simple: menos peso del Estado sobre la gente y más apertura al comercio. Eso es lo que atrae inversiones y mejora la competitividad”, resumió.
Así, mientras el mundo se enfrenta a un café más caro y a chocolates en versiones más pequeñas, Paraguay puede aprovechar la coyuntura para consolidar su producción local, fortalecer su rol como exportador de carne y soja, y avanzar en reformas que le den estabilidad a largo plazo.
En otras palabras, la tormenta global puede transformarse en viento a favor si el país toma decisiones estratégicas. Y aunque el 2025 se perfila desafiante, las perspectivas para 2026 invitan a mirar con optimismo: más producción, más oportunidades de exportación y la posibilidad de que los precios se acomoden para beneficio de consumidores y productores.