El yvapurū, también conocido como jabuticaba, es un árbol nativo de Paraguay, Brasil, Bolivia y Argentina. Sus frutos -calificadas como bayas- crecen pegados al tronco que principio tienen un color morado y cuando están maduros, adquieren un tono negro.
“Hace 15 años empezamos a implementar la producción, y cada año va creciendo más”, cuenta Fabio Villalba, productor orgánico y agroecológico, además de presidente del Comité de Productores de Altos. “Tenemos unas 15 hectáreas en reserva donde cosechamos y cada año se reproduce sola, es una fruta que se mantiene naturalmente, sin necesidad de mucha inversión”.
La temporada del yvapurū va de octubre a noviembre, y en ese corto tiempo los productores llegan a recolectar hasta 20.000 kilos por año, dependiendo de las lluvias. “Cuando llueve mucho, se cae rápido la fruta y ahí se pierden varios kilos”, explicó Villalba, que junto a su equipo madruga para cosechar los racimos antes de llevarlos a las ferias.
Cada miércoles, el Comité ofrece su producción en el Mercado de Karu Guasu y los sábados en la Plaza Italia, sobre la calle 14 de Mayo, donde el yvapurū despierta curiosidad y nostalgia por igual. “Hay mucha gente que se acuerda de su niñez y se acerca solo para volver a probarla. Los adultos mayores de 70 u 80 años cuentan que la comían yendo a la escuela”, comentó con orgullo.
Pero el redescubrimiento del yvapurū no se queda solo en lo emotivo. Su sabor versátil y propiedades naturales abrieron puertas a nuevas formas de consumo: mermeladas, vinagres, licores, cervezas artesanales e incluso helados. “Vendimos 200 kilos para producción de vinagre de yvapurū, y también hay confiterías que usan para mermeladas que van en los panes dulces de fin de año”, detalló Villalba.
El kilo se comercializa a unos G. 20.000, y la demanda aumenta cada temporada. “Hay muchos turistas, incluso extranjeros, que preguntan qué fruta es, para qué sirve, y cuando la prueban se sorprenden por lo dulce y jugosa que es”, cuenta. Según el productor, el yvapurū es rico en vitaminas y puede ser consumido por personas con diabetes, por su bajo contenido de azúcar natural.
El comité también trabaja con investigadores como Raúl Rivarola, especialista en frutas nativas, para promover la conservación y el conocimiento sobre estas especies. “Queremos sostener la producción y también ofrecer plantines, para que la gente pueda sembrar en sus patios o en plazas. Así se mantiene viva esta fruta que forma parte de nuestra identidad”, asegura Fabio.
Con apenas dos meses de cosecha al año, el yvapurū se convierte en un tesoro estacional que une generaciones y rescata el valor de lo local. Desde los cerros de Altos, este fruto silvestre que alguna vez fue común en los patios paraguayos, vuelve a florecer con fuerza.