¿Desde cuándo está ligada a la industria farmacéutica?
Estoy en la industria farmacéutica desde hace 10 años. Provengo del sector público donde me desempeñé, entre otros cargos, como directora de propiedad intelectual en el Ministerio de Industria y Comercio (MIC) durante la administración del ministro Ernst Bergen, bajo la presidencia de Nicanor Duarte Frutos.
Me tocó estudiar la nulidad de algunas patentes farmacéuticas conseguidas fuera de la ley. La industria se fijó en mi carácter y en cómo llevamos el proceso. Creo que valoraron mi honestidad y la diligencia mostrada.
¿Encontró alguna dificultad para desempeñarse en el mundo empresarial siendo mujer?
No siento ninguna diferencia por ser mujer. Las mujeres tenemos nuestra oportunidad si nos formamos y competimos por igual. Siento que hoy la capacidad es la que se impone, más allá de ser mujer, en cualquier sector empresarial.
¿Qué lección dejó la pandemia para la industria?
La industria farmacéutica es muy compleja pero es estratégica. Después del COVID-19 nos dimos cuenta de que sin una industria farmacéutica no tenemos acceso a algunos medicamentos. Un ejemplo es que el anestésico para los pacientes que debían ser intubados tenía que proveer una empresa uruguaya, la que de un día a otro dejó de hacerlo para priorizar a los ciudadanos uruguayos. Ahí los laboratorios paraguayos alcanzaron en 30 días el desarrollo necesario para producir lo que faltaba.
¿Dónde se debe fortalecer el sector para crecer?
Lo que veo es que al ser estratégica, la industria requiere mucha inversión para seguir creciendo. Y lo que se está haciendo desde hace algunos años es fortalecer a la Dirección General de Vigilancia Sanitaria. Estamos apostando a que se nos exija mayores estándares de calidad. Porque es la autoridad sanitaria la que va a controlar que nuestros medicamentos sean eficaces y avancemos hacia una convergencia regulatoria con países que tienen estándares más altos.
Es lo que vemos en el mundo, donde hay estándares más altos que los nuestros, en EE.UU., Europa, que son regulados por la FDA y la EMA, respectivamente. Y nosotros tenemos que caminar hacia eso y no quedarnos atrás y decir que nuestras regulaciones sanitarias van a ser menores o menos exigentes.
¿Se puede pensar en llegar a mercados más exigentes?
Si queremos acceder a los mercados mundiales importantes debemos caminar hacia lo que mencioné. Y eso es algo que las empresas farmacéuticas paraguayas vienen haciendo ya desde hace años, a pesar de que eso implica mayor inversión, mayor capacitación y mayores estándares de cumplimiento, más maquinarias y todo lo que implica avanzar hacia esa convergencia regulatoria con los países desarrollados.
¿Existen condiciones para que grandes corporaciones químicas y farmacéuticas se instalen en Paraguay?
El problema que tiene Paraguay, y va a seguir teniendo por sus dimensiones, es el mercado. Cuando una empresa se instala busca hacerlo en donde va a tener acceso a ese mercado. Y al ser una industria sumamente regulada el lugar de producción incide en el peso del mercado. Porque para que exportemos a Colombia o a Chile, tienen que venir las autoridades sanitarias de esos países a inspeccionarnos y ver si cumplimos con las buenas prácticas, porque no hay confianza en nuestra autoridad regulatoria.
¿Qué horizonte ve para la industria?
Nuestro estándar regulatorio no da para que seamos un hub farmacéutico, para que una empresa que quiera exportar al mundo pueda venir, pero vamos caminando hacia eso. Tenemos industrias como Fapasa y otras que están en el mismo camino, que ya están exportando gran cantidad de medicamentos y que tienen plantas en otros países.
Yo veo a la química farmacéutica como una industria que debe integrarse productivamente para poder exportar. Quizás no vaya a venir una empresa a fabricar todos los medicamentos o una gran cartera sino que va a tener el nicho de un grupo empresarial que va a decir: en Paraguay vamos a fabricar este y este producto, en Argentina este otro, y en Brasil otro.