Según el BID, 127 millones de toneladas de alimentos se pierden o se desperdician en la región al año. Esto significa que el 34% de alimentos disponibles va a la basura, mientras que el 52% de los residuos sólidos municipales que se disponen en Alimentos Listos para el Consumo (ALC) son orgánicos, y, a su vez, el 50% corresponde a pérdidas y desperdicio de alimentos.
Entre las consecuencias de este desperdicio, está la generación de metano. En 2021, el sector de residuos en la región emitió más de 345 millones de toneladas de gases de efecto invernadero (GEI), principalmente compuesto por metano, cuyo potencial de calentamiento es 80 veces mayor que el dióxido de carbono y contribuye al 30% del calentamiento global.
El sector de residuos es el tercer mayor emisor de este elemento a nivel mundial (20%). Comparado con el menos de 1% de detección observada en los puntos de petróleo y gas, el 52% de los rellenos sanitarios monitoreados con satélites, mostraron fuentes visibles de emisiones de metano, siendo además persistentes en el tiempo.
Pérdidas y desperdicios de alimentos y su vínculo con la generación de residuos y las emisiones de metano ¿Cómo impacta?
La mitad de los residuos sólidos orgánicos que se disponen a diario en la región provienen de PDA, por lo que la cantidad de alimentos que se pierden o desperdician inciden directamente en la cantidad de residuos que producimos, así como su impacto. Los residuos orgánicos al descomponerse en los sitios de disposición final producen emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero que tiene 90 veces más potencial de calentamiento de la atmósfera que el dióxido de carbono. Por esto debemos reducir las PDA y valorizar los residuos orgánicos que generamos para bajar la cantidad de los desperdicios que llegan a disposición final y evitar así las emisiones de gases de efecto invernadero a través de una economía circular.
Consejos para no desperdiciar alimentos en nuestros hogares
Planificá tus comidas: Antes de comprar, elaborá un plan semanal de las comidas que prepararás y el listado de ingredientes que requieres, así evitás comprar de más.
Comprá las porciones adecuadas: optá por comprar sólo la cantidad de alimentos que puedas consumir antes de que se deterioren.
Almacená adecuadamente: usá recipientes herméticos para guardar alimentos frescos y organizá tu refrigerador para mantener la visibilidad de lo que ya tenés.
Usá la regla de "primero en entrar, primero en salir": colocá los alimentos recién comprados en la parte posterior de la despensa o refrigerador, y los más antiguos en la parte delantera para consumirlos antes.
Congelá lo que no vayas a usar pronto: la congelación es una excelente manera de conservar alimentos frescos por más tiempo. Además, te permite ahorrar dinero.
Aprovechá las sobras y usá todas las partes de los alimentos: sé creativo con las sobras y con partes como tallos y hojas. Podés hacer nuevos platos con ellas, como sopas, ensaladas o guisos, en lugar de desecharlas.
Hacé compostaje: si tenés alimentos que ya no son aptos para el consumo, considerá compostarlos en lugar de tirarlos. Reducís el desperdicio y obtenés un abono natural para plantas.