Las ambiciones de baja tecnología del gurú de diseño de Apple

La semana pasada tuve la oportunidad de entrevistar a Sir Jonathan “Jony” Ive, el director de diseño de Apple, en una conferencia organizada por la Fundación Norman Foster. Le pregunté que si pudiera diseñar lo que quisiera, ¿qué producto sería?


Por Gillian Tett

“Un dispensador de jabón”, contestó rápidamente.

¿“Un dispensador de jabón”?, pregunté, un poco confusa.

Sir Ive, que tiene 50 años de edad, es conocido por ser un poco ermitaño y por su odio de dar discursos; sospecho que sólo asistió a la conferencia porque es amigo del Sr. Foster.

El diseñador, originario del Reino Unido, ha sido una figura fascinante durante mucho tiempo en el mundo del diseño y de la tecnología. Después de unirse a Apple en 1992 y de convertirse velozmente en su principal diseñador, Sir Ive trabajó de cerca con Steve Jobs para crear el Macbook, el iPhone, el iPad y el iPod, y por lo tanto ha sido ampliamente reconocido como el ímpetu clave detrás del icónico estilo elegante y estilizado de Apple. “Si yo pudiera decir que tuve un socio espiritual en Apple, sería Jony”, afirmó el Sr. Jobs en sus conversaciones con su biógrafo Walter Isaacson.

Se rumora que Sir Ive tiene varios ambiciosos proyectos de diseño en mente para el futuro, que incluyen proyectos dentro del sector de coches sin conductor, el sector aeroespacial y un misterioso proyecto conocido como ‘Airbug’ (ninguno de los cuales está dispuesto a discutir en público). Entonces, me pregunté, ¿por qué le importa algo tan sencillo y humilde como un dispensador de jabón? ¿Por qué no escogió algo más vanguardista?

Sir Ive me explicó que cree fervientemente que la función principal del diseño es celebrar “nuestra humanidad”. Eso requiere crear objetos que, aunque parezcan increíblemente sencillos, pueden resolver problemas importantes — como lavarnos las manos — de una forma bella y poderosa.

“No existe un buen dispensador de jabón”, explicó. En este momento él está dedicado a encontrar o crear el dispensador perfecto, solucionando así un problema que “realmente le molesta”.

Es posible que este comentario sólo haya sido un esfuerzo por desviar la atención de los verdaderos planes de Apple (incluyendo los detalles de su próximo iPhone). Pero la búsqueda del perfecto dispensador de jabón parece ser sincera y como tal provocadora y sugerente.

Primero, destaca el hecho de que ha surgido una curiosa revolución contracultural en Silicon Valley. Entre más rápidamente se inmersan los titanes de la industria tecnológica en el desvinculado mundo cibernético, más se enfatiza su respeto por las anticuadas experiencias tangibles. Los artículos del mundo real son valorados porque son cada vez más inusuales.

Por lo tanto, mientras que los padres que no viven en Silicon Valley están enviando a sus hijos a clases de programación informática cuando apenas pueden hablar, muchos líderes del sector tecnológico están intentando alejar lo más posible a sus propios hijos de las pantallas electrónicas: están muy de moda los campamentos donde los niños trabajan con madera. Al igual que desconectar los teléfonos, hacer caminatas por el bosque sin pantallas, y aprender a tejer.

El Sr. Foster, también, me informa que sus clientes de Silicon Valley invariablemente quieren ver anticuados modelos a escala cuando lo contratan para realizar proyectos de arquitectura. Las imágenes generadas por computadora tal vez sean populares en otros sectores, pero aparentemente no cuando se trata de personas que se han enriquecido por la tecnología.

En segundo lugar, la búsqueda de Sir Ive también muestra que los mejores diseños del siglo XXI no sólo deben aumentar la eficiencia sino crear algo que nos haga sentirnos más humanos, especialmente en un mundo saturado por la tecnología.

Esto tal vez suene obvio. Pero el reto de humanizar nuestro mundo tecnológico es una meta difícil que requiere que los diseñadores combinen sus habilidades artísticas y tecnológicas. No puede ser realizado fácilmente con un robot, especialmente si quieres un diseño que apele a nuestras emociones.

Muchos diseñadores lo han reconocido. De hecho, el Royal College of Art, que ha nombrado a Sir Ive como su canciller, está lanzando un currículo para abordar esta tendencia, denominado “STEAM”: ciencias, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas (el concepto de “artes” fue añadido al grupo de cursos “STEM”).

“Tendremos a especialistas en robótica y científicos de materiales trabajando directamente con diseñadores de moda y escultores”, explica Paul Thompson, el vicecanciller del RCA, quien añade que el gobierno del Reino Unido le acaba de otorgar al RCA una subvención de £54 millones para desarrollar el currículo de STEAM.

Esto me parece una excelente idea: separar las artes de las ciencias tiende a estancar la innovación, mientras que unirlas puede humanizar a la tecnología. Es interesante señalar que el Sr. Jobs, quien también creó diseños realmente bellos, había estudiado caligrafía japonesa.

Será interesante ver lo que logra el RCA bajo el mando de su nuevo canciller, en sus proyectos más simples hasta los más futurísticos. De hecho, el Sr. Thompson dice que una de las primeras cosas que les va a pedir a sus nuevos estudiantes es que diseñen el dispensador de jabón perfecto. “Es un gran reto”, afirmó.

Tal vez es un recordatorio de nuestra humanidad compartida. Todos necesitamos lavarnos las manos, especialmente en un mundo en el que siempre estamos agarrando obsesivamente nuestros teléfonos inteligentes.

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