Desde el punto de vista económico, la operación supone una inyección de capital que redefine los parámetros financieros del club madrileño. Los actuales dirigentes, Miguel Ángel Gil Marín (consejero delegado) y Enrique Cerezo (presidente), seguirán en sus cargos y como accionistas minoritarios, lo que asegura continuidad operativa pese al ingreso del nuevo accionista mayoritario.
El hecho de que Apollo no haya requerido financiación externa para acometer la compra —se trata de capital propio— indica un posicionamiento estratégico: buscar rentabilidad a largo plazo en la industria del deporte. La presencia de un inversor de este calibre abre la puerta a un crecimiento acelerado del club en todos los frentes: deportivo, comercial e infraestructural.
La valoración del club en 2.500 millones de euros coloca al Atlético en una dimensión de asset que hace tiempo solo se veía en franquicias de deportes norteamericanos. Según datos especializados, otras valoraciones recientes sitúan al Real Madrid en unos 5.600 millones de euros. Esta nueva operación refleja cómo los clubes de fútbol ya no solo compiten en el césped, sino también como activos globales de inversión.
Dentro del acuerdo, se prevé una ampliación de capital para reforzar proyectos clave del club: entre ellos, el desarrollo de la Ciudad del Deporte junto al Estadio Riyadh Air Metropolitano, donde el club sumará instalaciones deportivas, espacios de ocio y propuestas culturales para consolidar su ecosistema de negocio.
Pero el giro más visible para los aficionados será deportivo. Con capital fresco, el club tendrá margen para diseñar un proyecto que fortalezca la plantilla, optimice la cantera y actualice las estructuras competitivas. El desafío inmediato será transformar los recursos financieros en rendimiento sobre el césped. Tras años de competir al máximo nivel con presupuestos inferiores a los de sus rivales directos, esta operación podría brindarle armas para dejar de pelear desde la resistencia y pasar a hacerlo desde la ambición.
La continuidad de Diego “Cholo” Simeone, figura central del proyecto deportivo en la última década, también se convierte en un punto clave en este proceso. El entrenador simboliza el ADN competitivo del club, pero ahora deberá encajar en una estructura donde los objetivos económicos y la visibilidad global pesarán tanto como los resultados en la Liga o la Champions. La pregunta que se instala es si la nueva etapa implicará una evolución del estilo y una reconfiguración del plantel.
Deportivamente, la llegada de un accionista mayoritario extranjero suele traer cambios profundos: fichajes de impacto, apertura comercial a nuevos mercados, giras internacionales más agresivas y una apuesta por talento joven de nivel global. El Atlético no será la excepción. Lo que hasta ahora fue un club sostenido por identidad y carácter podría convertirse en una marca internacional con aspiraciones constantes de títulos europeos.
El club enfrenta ahora un punto de inflexión histórico: convertir el movimiento económico más grande de su vida en un salto competitivo real. Los aficionados esperan que los 1.425 millones de euros no solo redefinan balances, sino también conquisten finales, trofeos y nuevas páginas de gloria.