Espinoza también es fundadora de varias organizaciones, tales como Fundación Moisés Bertoni, Juntos por la Educación y el Centro Cultural Melodía, entre otras. Books nació en 1981 con una inversión inicial de US$ 2.000 y hoy cuenta con tres sucursales, llevando libros a todo el país. “Educar para transformar” es la frase que define a Diane Espinoza, quien sigue profundamente comprometida con su misión.
¿Cómo empezó su carrera empresarial?
La gente siempre me pregunta de dónde soy, y la verdad es que no sé exactamente qué responder. Nací y pasé 20 años en Estados Unidos y más de 60 en Paraguay. Enseñé en una escuela pública en EE.UU., y cuando vine a Paraguay, enseñé inglés y literatura en inglés en el colegio americano. Luego, decidí emprender con la librería.
La librería comenzó en 1981, principalmente porque en ese momento no había libros para niños en Asunción. Algunos amigos me decían: “Diane, tenés que hacer un estudio de mercado”. Y yo les respondía: “¿Cómo voy a hacer un estudio de mercado si no hay mercado?”. Así fue como decidí lanzarme igual, y con el tiempo fuimos mejorando año tras año.
La gente empezó a pedir libros para aprender inglés, así que trajimos. Después pidieron más libros en español para adultos y también los incorporamos. Hoy, lo que más vendemos son libros en español para adultos, luego libros para niños en español, después libros en inglés y también algunas otras cosas que a la gente le gusta encontrar en la librería.
Cuando comencé en 1981, pensé que antes de abrir una librería, tendría que haber fundado un banco para mujeres, porque fue muy difícil entender cómo funcionaban los negocios. Yo era profesora, venía del mundo de los libros, pero no entendía nada del aspecto comercial. Por suerte, el gerente del Banco de Londres se convirtió en mi mentor; él me enseñó cómo manejar un negocio.
¿Qué te inspiró a emprender en este rubro?
Mi marido y yo tenemos una estancia cerca de Villa Hayes y siempre estuvimos muy preocupados por la educación de los hijos de los estancieros. Veíamos que lo que recibían no era suficiente, ya sea para los niños del Chaco o de Asunción. Notábamos que no tenían acceso a cosas como la música o la danza, por ejemplo.
Queríamos cambiar todo el sistema educativo, pero al no poder hacerlo, decidimos aportar desde donde podíamos. Así nació la idea de complementar esa educación. Hoy en día, muchos de los resultados de la librería se destinan al Centro Cultural Melodía para ayudar a mantener su funcionamiento básico. El director se encarga de gestionar el resto.
En un momento, mirando la situación educativa del Paraguay, pensé: la matemática es una de las grandes falencias. Y si íbamos a vender libros de matemática, debían ser los mejores.
Analizando los resultados de los exámenes internacionales, vimos que Singapur siempre salía en los primeros lugares. Así que, en colaboración con el Ministerio de Educación de Singapur y sus educadores, seleccionamos los libros más adecuados.
¿Cómo era el negocio de los libros en Paraguay cuando usted empezó?
No había prácticamente nada. El único referente era El Lector, que tenía un quiosquito en el parque. Ellos empezaron dos años antes que nosotros. Nosotros abrimos nuestra primera sucursal en Villa Morra… pero a las cinco semanas se incendió por completo.
¿Y cómo lograron resurgir después de ese golpe?
Se hace. Uno lo hace porque sabe que es algo necesario. El proyecto era importante y valía la pena continuar. Cruzamos la calle y volvimos a empezar. Luego, nos mudamos a un local mucho más grande. Fue en ese momento cuando tuve la oportunidad de hablar con el gerente del Banco de Londres, y él fue una persona clave que me ayudó a entender cómo manejar un negocio.
¿Cuál considera que es su mayor éxito como empresaria?
Yo no hablo de “mis” éxitos. No creo que los logros sean personales. El éxito lo hace el equipo.
Mi mayor acierto, si tuviera que decir uno, es haber contratado a gente muy buena. Personas que, si no saben algo, lo aprenden. Que tienen ganas de crecer, de hacer más. Que te dicen: “Dame eso, yo lo hago”. Gente activa, comprometida. Ese es, sin duda, mi mayor éxito: saber elegir al equipo correcto.
¿Qué consejo le hubiera gustado recibir cuando estaba iniciando su carrera empresarial y se lo daría a otro empresario ahora?
Elegir bien a su personal. Les diría que miren a su alrededor. Que busquen aquello que hace falta, que identifiquen lo que no les gusta y traten de solucionarlo. Eso fue lo que hice yo: no había libros para niños cuando mis hijos eran chicos, así que decidí hacer algo al respecto.
Se trata de tener curiosidad, de pensar: “Yo puedo”. Aunque no sepas cómo ni con quién, si tenés la voluntad, vas a encontrar el camino.
¿Qué bondades y defectos tiene el empresario paraguayo?
¿Defectos? Yo no veo ninguno. Lo que sí veo son muchísimas bondades. Son personas muy buenas.
A veces, como me pasó a mí, no crecen porque tienen miedo o porque ya están cómodos con lo que tienen. Piensan: "Estamos bien así, ¿para qué cambiar?" Y eso es lo normal. En mi caso, por ejemplo, podría haber hecho que la empresa creciera mucho más, pero decidí priorizar el cuidado de mis hijos. Y pensé: "Estoy bien así".
Pero hoy me doy cuenta de que no crecer fue también una limitación. Porque mi misión es hacer más por los libros, por la educación. Y si yo no crezco, eso no se expande como debería. Me entristece un poco.
El empresario debe involucrarse más en actividades sociales. A veces el empresario dice: "Estoy muy ocupado con mi negocio", y lo entiendo. Pero ese otro tipo de compromiso también ayuda. Conecta con personas, abre puertas, y la información que se obtiene en esos espacios es muy valiosa.
Yo soy fundadora de cerca de 10 organizaciones, como la Fundación Moisés Bertoni, Juntos por la Educación o el Centro Cultural Melodía, porque noté que esas cosas faltaban y alguien tenía que hacerlas.
¿El empresario actual debe tener alguna formación profesional relacionada con el mundo de los negocios?
Creo que todo empresario debería tener una base en contabilidad. Incluso también se aprende sobre bancos y cómo se manejan, sobre préstamos, si uno quiere. Nosotros nunca tomamos un préstamo; siempre generamos ingresos suficientes porque tampoco crecimos demasiado.
¿Cómo lidia con el estrés que puede generar la actividad empresarial?
La verdad, yo no siento estrés en la librería. El estrés lo encuentro en las ONG con las que trabajo, y es ahí donde realmente se siente la presión. Creo que algo muy importante es que el empresario se involucre con su comunidad, que se una a organizaciones sociales o a una ONG. Eso muchas veces da más que lo que da el propio negocio.
Además, se aprende muchísimo. No siempre es aprendizaje técnico, pero sí humano, social y de perspectiva. Son cosas que enriquecen, aunque no estén directamente relacionadas con la empresa.
¿Alguna frase que la defina?
Educar para transformar, ese es nuestro lema.