“Hoy, hacerse de un lote permite a mucha gente construir su primera vivienda. Uno paga la primera cuota y ya toma posesión del terreno”, explicó. El modelo, basado en pagos largos —que pueden superar las 130 o 180 cuotas—, abre la posibilidad a familias de ingresos medios y bajos de iniciar un proyecto habitacional sin necesidad de grandes requisitos.
El esquema, sin embargo, exige un esfuerzo importante. “Imaginate lo que significa pagar las primeras 20 cuotas. A las 80 o 90, ese valor ya resulta mucho más razonable porque el lote gana plusvalía y la cuota se vuelve menos pesada”, detalló Salum. Según su análisis, esa lógica explica por qué el loteamiento sigue siendo uno de los motores principales del mercado inmobiliario nacional.
En los últimos años, el sistema financiero también jugó un papel clave. Los fondos de la Agencia Financiera de Desarrollo (AFD) introdujeron préstamos hipotecarios a 20 y 30 años, condiciones que antes no existían. “Hoy, muchos clientes que ya abonaron el 80% del terreno cancelan lo que falta e inmediatamente entran en un fideicomiso para recibir préstamos de vivienda”, indicó. Esa articulación, para Salum, marcó un antes y un después en el acceso a la primera vivienda.
El abogado resaltó además el rol histórico de las empresas loteadoras, que desde hace más de 70 años ofrecieron soluciones frente a la presión social por la vivienda. “Si no existieran los loteadores, el Estado no habría tenido capacidad de ofrecer esta solución. Lo que sí hizo bien fue acompañar con créditos para que cada paraguayo elija dónde quiere arraigarse”, expresó.
No obstante, el mercado también enfrenta distorsiones. Salum advirtió sobre la presencia de ofertas informales que generan inseguridad jurídica a los compradores. En contrapartida, recordó que las firmas formales trabajan en gremio a través de la Cámara Paraguaya de Empresas Loteadoras e Inmobiliarias (Capelli), que él mismo presidió. “Trabajar en gremio dio mayor fortaleza, logramos convenios con instituciones públicas y brindamos más tranquilidad a los clientes”, subrayó.
Más allá de la dinámica financiera, el impacto social es evidente. Barrios que hace décadas eran extensiones vacías hoy cuentan con calles, servicios básicos y comunidades consolidadas. “Cada loteo abre un barrio, cada barrio crea contribuyentes y nuevas comunidades. Es un proceso en el que el sector privado y el público avanzan juntos en el desarrollo urbanístico”, reflexionó.
El futuro, según Salum, presenta todavía un amplio campo de acción. Con el crecimiento poblacional y la persistencia de tierras ocupadas informalmente, estima que el mercado de loteamientos seguirá expandiéndose por al menos otra década. “Aún hay mucho por hacer en el tema de la primera vivienda, y eso requiere soluciones accesibles, formales y sostenidas en el tiempo”, concluyó.