“Me gusta trabajar”, dijo Fabio. “A veces cansa, pero sigo haciendo porque va a ser lo mejor para mí. Me ayuda a ser más disciplinado y a aprender cada vez más de cómo es el mundo”. Su objetivo es claro y ambicioso: “Quiero ser más exitoso y millonario para no trabajar más”.
La historia comenzó cuando Fabio tenía apenas 10 años. Su interés por emprender y vender cosas lo llevó primero a organizar ventas de garaje en su casa. Luego, a los 12 años, pidió trabajar: su tío tenía una lomitería y ahí empezó a ganar su primer dinero. Su mamá, Liduvina Rolón, recordó: “Sabía que iba a ser un buen emprendedor. Le gustaba convencer a la gente, vender. Tenía esa chispa”.
A los 13 años, Fabio empezó a interesarse por la coctelería. Vio tutoriales de jugos y tragos, y su mamá detectó una oportunidad: “Vi que una amiga iba a hacer un curso de bartender. Le pregunté a Fabio si quería intentarlo y él dijo que sí. Así empezamos juntos, como familia”. Por ser menor de edad, necesitaba acompañante; Liduvina se inscribió en los cursos junto a él, y luego su esposo, David Benítez, completó la formación. Hoy, los tres son bartenders certificados.
El proyecto evolucionó rápido. Lo que comenzó como un intento de que Fabio ganara su propio dinero se transformó en un emprendimiento familiar. Con una inversión inicial de unos G. 500.000 para insumos, la familia alquilaba barras en locales y eventos pequeños. La primera prueba de fuego fue en el cumpleaños de una sobrina: “Ahí la gente probó los tragos y dijo: ‘qué rico está esto’. Ahí fue que empezamos más seriamente”, recuerda Liduvina. Desde entonces, los fines de semana ya son sinónimo de eventos: cumpleaños, reuniones familiares, incluso eventos corporativos.
El concepto de la barra es original. La familia cuenta con dos barras móviles tipo combi y está desarrollando barras temáticas para destacarse aún más. “La idea de la barra de combi fue de David, porque ama los clásicos. Queríamos algo original, que no se vea mucho”, explicó Liduvina. Fabio, mientras tanto, se concentra en perfeccionar los tragos y jugos que lo hicieron popular.
La Barra de Fabio también es una lección de disciplina y educación financiera. Fabio administra sus ganancias, reinvierte parte y ya participa en inversiones que le generan intereses. “Mi hijo me enseña a mí sobre inversión y ahorro”, dijo su mamá, emocionada.
El apoyo familiar fue esencial, pues Liduvina destacó que acompañar a los hijos implica sacrificio y organización, pero también una recompensa enorme: “Ver que Fabio paga sus cosas, que sus hermanos se inspiran y quieren emprender, es una satisfacción que no tiene precio. Apoyar a los hijos es renunciar un poco al descanso, pero vale la pena”.
Hoy, Fabio combina colegio, estudio de coctelería y eventos. “Me ayuda a ser más disciplinado y aprender del mundo”, repitió el joven. Cada trago que sirve no solo es un producto, sino el reflejo de esfuerzo, pasión y creatividad. A los 15 años, Fabio ya sabe lo que significa soñar en grande, tomar riesgos y aprender en el camino. Su barra no es solo un negocio: es un ejemplo de cómo la juventud, acompañada por la familia y guiada por la curiosidad, puede transformar sueños en realidad.