El establecimiento está ubicado en Bella Vista, Itapúa sobre la ruta Nº 6 en el km 48, cerca de las reducciones jesuíticas de Trinidad y de Jesús. En una superficie de 13.000 m2 se encuentran sus instalaciones, que cuentan con 40 habitaciones de tres categorías: standard, confort y superior.
Las mismas se diferencian por equipamiento, tamaño y ubicación. Dentro de este establecimiento hay también piscina, quincho, canchas deportivas, gimnasio, parque infantil y un estacionamiento privado y vigilado. Cuenta además con un salón para 200 personas, para casamientos, cumpleaños, banquetes y bautismos, y dos salas para reuniones de 20 participantes.
Una de las particularidades de este sitio es su conocido y tradicional restaurante que funciona desde las 6:00 hasta la medianoche, tipo buffet y autoservice por kilo, con parrilla todos los mediodías y a la carta por las noches. El restaurante Papillón cuenta además con una carta variada que incluye comidas internacionales, regionales y algunos platos alemanes.
“El restaurante es grande y con el salón incluido tiene una capacidad para 400 personas sentadas. Organizamos ahí eventos privados y fines de semana temáticos, festival de la cerveza, de la primavera, etc. Este ya es un lugar de encuentro para la juventud, además de las familias de la zona, ya que el año que viene cumplirá 40 años al igual que el hotel”, dijo Christian Vömel, socio gerente del establecimiento.
En el Hotel Papillón hay actividad durante todo el año, no solo en temporada de vacaciones ya que hay mucha gente que viene a trabajar a la zona, que es agrícola y productiva, con pequeñas industrias y los mayores yerbateros del país. Esto les permite a los propietarios trabajar en forma corporativa con vendedores, ingenieros, bancarios, etc.
“Nuestra temporada veraniega comienza en diciembre y termina a fines de febrero, y a veces se extiende hasta mediados de marzo; recibimos gente de todos los rincones del mundo y últimamente recibimos muchos turistas alemanes. Nuestro público está compuesto también por quienes hacen turismo interno y vienen a conocer el río Paraná, el club de pesca, las yerbateras, las reducciones jesuíticas y los demás atractivos que tenemos en la zona. Pero cuando las fronteras estaban abiertas venía mucha gente de Argentina, Brasil y Chile. Por el momento el turismo interno es lo que demanda más, nuestro mercado interno y los alemanes”, explicó el gerente.
La apertura de la frontera con Argentina constituye igualmente una gran esperanza para el comercio encarnaceno y el de todo el país, aunque una de las dificultades que podría repercutir en el mercado turístico interno serían los bajos costos del país vecino, Argentina, y que la gente la elija para ir de vacaciones.