Hoy, mientras los reflectores apuntan a GPUs y chips de última generación, los viejos discos duros vuelven a ser protagonistas. La fiebre por la IA (modelos como ChatGPT, Gemini o Claude) no solo está transformando la manera en que interactuamos con la tecnología, sino que también ha desatado un renacer inesperado para Seagate y Western Digital. En lo que va del año, las acciones de estas empresas se dispararon más del 150%.
“Es la consecuencia directa del hambre insaciable de datos que tiene la inteligencia artificial”, explica un analista del sector. “En los centros de datos, la velocidad importa, pero la capacidad manda”.
La paradoja es llamativa: mientras los SSD dominan el mercado de consumo por su rapidez y silencio, los discos duros siguen siendo insustituibles en escala industrial. Un solo centro de datos puede manejar exabytes de información, y ahí, la eficiencia en costo y volumen de los discos magnéticos no tiene rival. Cada búsqueda en ChatGPT, cada imagen generada, cada documento subido deja un rastro que termina almacenado en estas unidades giratorias.
La inversión global en infraestructura digital crece al ritmo de la demanda de IA, y con ella, la segunda juventud de los discos duros. Seagate, Western Digital y Toshiba, que juntas controlan casi la totalidad del mercado, no solo venden más: están innovando. En sus laboratorios, ingenieros desarrollan platos, cabezales y recubrimientos capaces de alcanzar los 40 o 50 TB por unidad en pocos años.
Lo más irónico es que la tecnología que hoy sustenta el futuro nació en los años 50. El RAMAC 305 de IBM, el primer disco duro del mundo, ya funcionaba con un principio que se mantiene hasta hoy: un cabezal magnético y un plato giratorio que promete no olvidar nada.
En silencio, en la sombra, los discos duros siguen girando. No desaparecieron: solo esperaban su momento. Y gracias a la inteligencia artificial, ese momento llegó. ChatGPT los resucitó, y mientras sigamos generando datos, los discos continuarán siendo el corazón físico de nuestra era digital.