En cuanto al origen de la biomasa, el 53,6% proviene de bosques nativos, el 31,3% de plantaciones forestales y el 15% de biomasa no forestal, como residuos agrícolas y subproductos industriales. Los principales subsectores consumidores son la producción de etanol, el secado de granos, la industria azucarera, las cerámicas y olerías, y la producción de cal viva, todos con un uso intensivo tanto de biomasa forestal como no forestal.
El punto de partida fue el Decreto Nº 4056 del año 2015, que establecía la certificación de biomasa con uso energético. La medida preveía un cronograma gradual de implementación, con exigencias que irían del 30% al 100% para la industria a lo largo de cuatro años. Sin embargo, el proceso se retrasó en dos ocasiones, hasta llegar a este 2025, cuando finalmente se encuentra a las puertas de su aplicación efectiva.
“Hoy ya tenemos diseñado el plan de certificación, el software que permitirá la trazabilidad de toda la prestación forestal y la coordinación con el Ministerio de Industria y Comercio (MIC) y el Ministerio del Ambiente”, explicó Mauricio Bejarano, viceministro de Minas y Energías. “Estamos gestionando con el Ministerio de Hacienda los recursos necesarios para que esta certificación pueda ponerse en marcha en breve”, aseguró.
Si bien la certificación no será obligatoria de inmediato, la exigencia se aplicará de manera progresiva. “Las industrias que utilicen biomasa deberán, gradualmente, incorporar biomasa certificada”, precisó el viceministro. Una salvedad importante: quienes cuenten con sus propios sistemas de reforestación no estarán obligados, a menos que el mercado al que se dirijan lo requiera.
El estudio reafirma que la leña continúa siendo uno de los energéticos más utilizados en Paraguay, especialmente por el sector industrial, debido a su bajo costo en comparación con otras fuentes de energía. Sin embargo, también se destaca un cambio positivo hacia el uso de especies provenientes de plantaciones forestales, principalmente Eucalyptus spp. y sus clones, lo que contribuye a reducir la presión sobre los bosques nativos y, en consecuencia, la deforestación.
A pesar de estos avances, el documento advierte sobre un importante déficit en sostenibilidad dentro de la producción forestal con fines energéticos, lo que evidencia la necesidad de fortalecer políticas de manejo responsable y sistemas de certificación que garanticen la trazabilidad del recurso.
Ante la imposibilidad de sustituir la biomasa por otras fuentes energéticas en el corto y mediano plazo, el Gobierno plantea dos estrategias centrales. En primer lugar, ampliar la base forestal energética mediante la reactivación del proyecto de plantaciones forestales energéticas, elaborado en 2017 con apoyo del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) y el Fondo Verde para el Clima. En segundo término, avanzar en la implementación de regímenes de certificación y control del uso de biomasa en el sector industrial, conforme a los Decretos 4056/15 y 1788/24, cuya puesta en marcha está prevista para 2026.
Estas medidas buscan dotar de mayor sostenibilidad al uso de la biomasa, generar empleo en el sector forestal y fortalecer la transición hacia una producción más controlada y ambientalmente responsable.
Más allá de lo regulatorio, Bejarano enfatizó en las ventajas económicas que ofrece la reforestación y la biomasa. “La rentabilidad que tiene reforestar, tanto para madera como para biomasa, y ahora para la futura producción de celulosa, es gigantesca”, señaló.
Los números respaldan esta afirmación: estudios conservadores estiman que cada hectárea de reforestación genera alrededor de cuatro empleos directos, lo que representa una herramienta poderosa contra la migración del campo a la ciudad.
Además, el estudio de la consultora McKenzie apunta a que la producción de muebles en Paraguay que podría duplicar su aporte al Producto Interno Bruto (PIB) en los próximos diez años gracias al valor agregado de la madera local.
Bejarano, mencionó que el estudio permite cuantificar con mayor precisión los volúmenes de producción y consumo de biomasa, además de identificar las oportunidades que ofrece el sector. “Este estudio muestra que la biomasa sigue teniendo una utilización muy importante a nivel residencial, industrial y también para exportación de carbón. En la industria, solo el 16% utiliza energía eléctrica; el resto depende de biomasa”, dijo.
El viceministro indicó también el creciente rol de las biomasas que no provienen directamente de la reforestación, como las cáscaras de arroz o los residuos de caña de azúcar. “Lo que antes eran desechos, hoy son protagonistas en el mercado energético”.
Estos subproductos, antes subutilizados, se están convirtiendo en un recurso estratégico que contribuye a la sostenibilidad y a la eficiencia de la matriz energética.
El viceministro destacó que esta realidad representa una oportunidad económica para fomentar la reforestación y el desarrollo de cadenas de valor asociadas. “El camino que estamos trazando es incentivar aún más las plantaciones con fines energéticos. Esto genera empleo, negocios y un mercado asegurado, porque existe una demanda creciente de este recurso”.
Asimismo, comentó que el Gobierno trabaja con la Agencia Financiera de Desarrollo (AFD) y el Banco Nacional de Fomento (BNF) para ofrecer créditos blandos a productores interesados en reforestar sus propiedades. “La inversión en reforestación permitirá crear un ciclo virtuoso: la necesidad de biomasa, el acceso al crédito y la certificación del recurso forman un esquema sostenible que beneficia tanto al productor como a la industria”, dijo.