Por Edward Luce
Washington y Wall Street no pueden ambos estar en lo cierto. Por un lado, el futuro del orden internacional liberal pende de un hilo. Donald Trump es impredecible, con una baja aprobación récord en esta etapa de su presidencia al compararla con la de cualquier otra. Washington y el mundo están aterrados. Por otro lado, Wall Street sólo ve cielos azules por delante. Los índices bursátiles estadounidenses siguen alcanzando récords máximos.
El último pico se dio el viernes pasado, justo un día después de que el Sr. Trump retirara a EEUU del Acuerdo de París contra el cambio climático. El abismo entre los inversionistas y los políticos suele ser amplio. Pero esto está yendo demasiado lejos.
Hace unas semanas, las altas valoraciones de Wall Street tenían más sentido intuitivo. En aquel momento — antes de la decisión del Sr. Trump de despedir a James Comey, el director del FBI — los mercados estaban contando con una "Trumpinflación". Las perspectivas de un estímulo de recorte fiscal todavía parecían razonables. Durante este último mes, sin embargo, las posibilidades de que alguna propuesta sea aprobada en el Capitolio estadounidense han disminuido y continúan deteriorándose. Se suponía que esta semana se lanzara el programa de infraestructura del Sr. Trump. Pero el plan que el Sr. Trump está promocionando — el cual, con US$20 mil millones al año, no se acerca remotamente al US$1 billón prometido — será ahogado por la audiencia ante el Congreso del Sr. Comey.
Sin embargo, los mercados de valores continúan sin darle importancia a los eventos recientes. Habiendo apostado en los aspectos positivos del Sr. Trump, Wall Street está ignorando las alarmas globales. ¿Cuál de ellos está en lo cierto?
En defensa de Wall Street, se necesita un cataclismo político para alterar los fundamentos a corto plazo de una economía. Incluso en tales casos, el impacto rara vez perdura. Durante las audiencias de juicio político de Bill Clinton en 1999, el índice Dow Jones continuó subiendo. Pillar a un presidente en una aventura sexual con una pasante de la Casa Blanca no fue rival para la revolución del Internet. La crisis de Watergate a principios de la década de 1970 fue sólo un débil contribuyente a la crisis petrolera que sacudió los mercados mundiales. Además, los mercados de valores de hoy día tienen otras razones para sentirse optimistas. El crecimiento de la eurozona está finalmente aumentando. Las ganancias corporativas de EEUU son sólidas. Las perspectivas para un retiro suave de la era del dinero fácil lucen bien en ambos lados del Atlántico.
Sin embargo, los mercados están ignorando los riesgos que el Sr. Trump representa para el orden mundial. En contraste con los escándalos de los presidentes Nixon y Clinton, la amenaza planteada por el Sr. Trump tiene poco que ver con su posible destitución. Si su campaña coludió con Rusia es un asunto secundario. Los riesgos se derivan de la hostilidad del Sr. Trump hacia el orden mundial que EEUU construyó. Su imprevisibilidad empeora con el paso del tiempo. Sin poder contar con los bienes públicos mundiales que EEUU ha suministrado durante los últimos 70 años, todo podría cambiar.
¿Qué sucedería si el Sr. Trump sacara a EEUU de la Organización Mundial del Comercio (OMC)? ¿Cómo reaccionaría el Sr. Trump si Rusia decidiera incursionar en uno de los países bálticos? ¿Y qué pasaría en caso de un choque entre EEUU y China en el Mar de China Meridional?
Cada uno de estos ‘espectros’ puede ser poco probable. Ninguno es extravagante. Sin embargo, para los mercados es difícil establecer precios que reflejen el creciente riesgo de que uno aparezca durante el mandato del Sr. Trump. Si el mundo de hecho se encuentra ante un momento potencial como el de 1914, cuando el antiguo orden pudiera repentinamente desintegrarse, es difícil comprender cómo los inversores se asegurarían contra él. "¿Cómo te proteges contra el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria?", preguntó Douglas Rediker, un exdirector estadounidense del Fondo Monetario Internacional (FMI). "Una cosa es establecer un precio del riesgo geopolítico. Pero es totalmente diferente ponerle valor a la incertidumbre radical”. El peligro es que el Sr. Trump convierta la incertidumbre radical en riesgos específicos a medida que pase el tiempo.
El riesgo más grande es la amenaza a la estabilidad transatlántica. La brecha entre el Sr. Trump y la canciller alemana Angela Merkel es probable que aumente. La Sra. Merkel necesita ser reelegida y el Sr. Trump está resentido por los sermones europeos. El resultado es una Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) debilitada. La tentación de Vladimir Putin de poner a prueba la determinación de la OTAN es mayor que nunca. El presidente Xi Jinping de China quiere mantener las cosas estables hasta que se haya asegurado otros cinco años como presidente en septiembre. Después de eso, China será más libre de poner a prueba la determinación de EEUU en su ‘vecindario’.
Además está el Medio Oriente. El Sr. Trump al parecer apoya la ruptura de los vínculos con Qatar liderada por Arabia Saudita, aunque Doha acoge a miles de soldados estadounidenses.
¿Quién se atreve a predecir a dónde conducirá eso? Ésa es también la pregunta más amplia. Después de haber sostenido la estabilidad global durante décadas, EEUU bajo el mandato del Sr. Trump se está convirtiendo en un generador neto de inestabilidad. ¿Cómo te proteges de un EEUU impredecible? Tradicionalmente, el mejor indicador de riesgo geopolítico es el precio del petróleo. En este momento los precios del petróleo son bajos. Sin embargo, adoptar una posición a largo plazo basándose en el petróleo parece ser una débil protección contra el incalculable riesgo que plantea el Sr. Trump.
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