La globalización económica y financiera actual, junto con el libre comercio internacional, están inicialmente asociados a la fluctuación de los precios de los bienes comerciados. Esta fluctuación afecta mayormente al país por ejemplo en las cotizaciones de commodities como soja, maíz, trigo o carne, que son fijadas en mercados internacionales organizados, o en las de divisas, como el dólar, cuya cotización suele ser inestable. En estas circunstancias, de no existir las coberturas adecuadas, los comerciantes especulan con los precios de los bienes que comercian, asumiendo todos los riesgos, lo cual puede resultar negativo. Los riesgos emergentes de fluctuaciones en las cotizaciones pueden controlarse mediante contratos forward, que cada vez son más utilizados en nuestro medio.
El concepto
Contratos forward son aquellos por los cuales las partes intervinientes se obligan a comprar o vender activos, reales o financieros, en una fecha futura y por un precio cierto, especificados de antemano. Los bienes no deben ser entregados ni pagados hasta la fecha pactada. Pueden contrastarse con un contrato spot, que constituye un acuerdo para comprar o vender un activo haciendo su pago y entrega al momento de firma. Los contratos forward se utilizan para comerciar los más diversos bienes, como metales (oro, plata, cobre, estaño y otros), granos (soja, trigo, maíz y otros), divisas, bonos, tasas de interés, acciones individuales, portafolios, e índices accionarios. En general existen cuatro categorías: commodities, divisas, tasas de interés y acciones.
Los forward son contratos atípicos, cuyos términos las partes pueden acordar libremente según el principio de la autonomía de la voluntad, garantizado por nuestra ley. Una vez pactados, los contratantes están obligados a su cumplimiento estricto de buena fe, en forma imperativa, y a sujetarse a las condiciones que se establezcan, conforme al principio pacta sunt servandae (lo pactado obliga), también previsto en nuestra ley. Como la adquisición de los bienes no es efecto inmediato del contrato, el vendedor tiene la obligación de hacer adquirir al comprador el derecho vendido. La entrega debe hacerse en el lugar y días convenidos.
Aún si la cosa objeto del contrato forward no existe, como por ejemplo de involucrar una cosecha futura, la transacción es válida, pues el Código Civil admite la contratación sobre cosas futuras. Si la existencia de la cosa futura depende de la industria de quien la prometió, como puede ser la venta de un departamento a construir, la obligación se considera pura y simple, y no está sujeta a condición, plazo o modo alguno. Si la existencia depende de las fuerzas de la naturaleza, el contrato queda sometido a la condición suspensiva de que las cosas lleguen a existir. Por ejemplo, en caso de venta de una cosecha futura, el contrato queda resuelto si ésta fracasa por sequías, lluvias abundantes, granizadas y otros. En cambio, si la cosecha tiene lugar, el vendedor está obligado hasta la concurrencia de la cantidad pactada y el comprador debe pagar el precio acordado. Puede ocurrir que las partes contraten sobre una cosa futura y una de ellas asuma el riesgo de que el bien nunca llegue a existir. Ante ello tiene lugar un pacto aleatorio, por el hecho de que la cosa se encuentra sometida a un riesgo determinado, y la otra parte puede exigir la prestación, aunque la cosa no exista en todo o en parte. En este caso las partes “especulan”, y hacen de la suerte un elemento esencial ínsito en el contrato. Por ejemplo, si el comprador asume el riesgo de pérdida de una cosecha futura, éste no subordina la compra a que el año agrícola haya sido bueno, sino que se hace cargo de que todo o parte del cultivo se pierda por cualquier causa.
La mecánica
Pero cómo funciona en la práctica la mecánica de un contrato forward. Consideremos por ejemplo el caso de un productor de soja que asume entregar 100 toneladas al final de la cosecha de acuerdo con la cotización de la Bolsa de Chicago, de US$ 200 por tonelada. Para el productor la venta a ese precio es suficiente para obtener una utilidad adecuada. El mismo tiene dos alternativas: esperar hasta el final de la cosecha para vender al contado según la cotización de la citada bolsa de aquel momento; o vender la soja futura hoy a un precio seguro de US$ 200 por tonelada.
Ahora, esperar hasta el fin de la cosecha para vender al precio de mercado tiene un riesgo. Si el precio por tonelada de soja de US$ 200 se mantiene a dicha fecha, la persona recibirá US$ 20.000. Sin embargo, si la cotización cae a US$ 180, recibirá US$ 18.000. Del mismo modo, de mantenerse la cotización en US$200, pero caer la cotización de dólar de G.7.500 a G.7.000, recibirá G.140.000.000 en lugar de G.150.000.000 por los mismos bienes.
Mediante un contrato forward el productor puede vender las 100 toneladas de soja en una fecha futura establecida de manera anticipada, a un precio previamente determinado. Con ello el productor elimina la incertidumbre del precio de venta, y asegura la utilidad que tenía esperado obtener. Sin embargo, si el precio de la soja en la Bolsa de Chicago a la fecha de entrega aumenta, el productor perderá la ganancia que el incremento le generaría, pues debe vender el producto al comprador al precio pactado.
A su vez el productor mediante un forward de divisas puede acordar con una entidad financiera que le venderá los US$ 20.000 que recibirá por la soja luego de la fecha de entrega, a un tipo de cambio por unidad fijado de antemano.
Los beneficios
Los contratos forward pueden resultar útiles para empresas que mantienen en inventario bienes que venderán a una fecha conocida o estimada en el futuro, pero que desconocen el precio al cual los venderán, o que comprarán o venderán bienes que aún no tienen en una fecha futura conocida o estimada, cuyo precio desconocen.
Así, entre otras cosas los contratos forward: brindan protección contra movimientos adversos de precios de mercado, con lo que se protegen los márgenes de utilidad; facilitan el proceso de planeación financiera; al contar con coberturas, la empresa puede negociar créditos con términos más favorables, e incluso obtener incrementos en sus líneas de crédito; y eliminan la necesidad de almacenar productos por largo plazo, al permitir la fijación de precios utilizando los diferentes meses de operación.