Entre los patrones de conducta que cambiaron tras el encierro, Benítez mencionó la reducción de aforo, movida principalmente por factores económicos, es decir, el cliente tiene menos presupuesto que antes y a esto se suma que todo lo anterior no tenía sobrecosto.
Aunque se perfila una buena recepción de eventos, el costo de vida también se encareció con la inflación, por lo que la ganancia es relativa. Según el directivo, ganar G. 10 millones por evento, por ejemplo, actualmente vale menos que en años anteriores.
Asimismo, los insumos de lujo para bodas y 15 años, que en algunos casos se importan, también sufrieron ajuste de precios, como pedrerías, telas y otros enseres que hacen a la parafernalia.
“En esta época hay una baja en lo que es evento social y es por el clima, que es el que define a los eventos. A partir de agosto se mueven más los 15 años, bodas y van de forma ascendente hasta diciembre, que es el pico”, reveló.
En otro orden, subrayó que “hay un cambio de actitud del consumidor”. Y ejemplificó que hasta el 2019, había un estándar de 250 invitados a 500 para una boda, mientras que ahora el promedio máximo llega a 250 invitados, con un mínimo de entre 100 y 150.
“Hay un cambio en la gente, en los gastos que realizan. Ahora se cuidan más. En 2019 el costo de vida era más barato, ahora es altísimo”, expuso.
Por otro lado, remarcó que si bien el rubro sigue trabajando, quedaron las deudas post pandemia que no permiten ver margen de ganancia directa aún. “La deuda es la peor pandemia. Algunos quebraron, otros se están levantando y los que nos pudimos sostener, estamos remando”, puntualizó.