Dibujar y pintar eran su lenguaje, su manera de explorar el mundo. Pero fue en el colegio donde, sin saberlo, sembró las primeras semillas de lo que se convertiría en su vocación: el maquillaje.
“Mi amor al maquillaje empezó en el colegio, no es que maquillaba en ese tiempo, sino que me gustaba mirar cómo se maquillaban mis compañeras, cómo las preparaban en las peluquerías. Me llamaba mucho la atención. Siempre me interesó, en ese tiempo no se vendía maquillaje como ahora, y tampoco había hambres maquilladores”, recordó.
Hacia el 2014, Hugo encontró en los tutoriales de internet una fuente de inspiración. “Veía esos videos y decía como quiero maquillar así de bien”, contó Hugo. Fue entonces cuando comenzó a comprar sus primeros productos.
El primer paso fue ofrecer a sus amigas, y el boca a boca hizo el resto. “Mis amigas les hablaban a sus amigas. Así fui haciéndome de muchas clientas”, comentó. La sala de su casa se transformó en un improvisado estudio, que luego se formalizaría con inversión propia y el apoyo de su familia.
“Al principio, no tenía un plan. Solo hacía lo que me gustaba, y lo poco que ganaba lo reinvertía en maquillaje. Pero todo se fue dando, como una bola de nieve que no planeé” indicó.
Como muchos artistas que desafían las normas tradicionales, Hugo enfrentó resistencia. Su madre primeramente no apoyaba su decisión de dedicarse al maquillaje, pero todo cambió cuando empezó a ver la reacción de las clientas, el reconocimiento y la constancia con la que personas de distintos lugares llegaban hasta él.
“Cuando ella vio que mucha gente venía y valoraba lo que hacía, su mirada cambió. Ahí empezó a apoyarme y también a invertir conmigo. Ese fue un momento clave”, resaltó.
Ese giro en la dinámica familiar marcó un antes y un después. “Cuando alguien me dice que su hijo o hija quiere estudiar maquillaje, siempre le digo: apoyale. Es un arte, y nunca se sabe adónde puede llevarle ese camino”, dijo.
Una de las señas de identidad de Hugo es su apuesta por un maquillaje natural, que realce la belleza propia de cada persona. “La mayoría de las que vienen conmigo piden algo natural, que se vea bien, que se sientan cómodas. No algo pesado ni exagerado. Y eso siempre me caracterizó”, afirmó.
Aunque en redes sociales suele mostrar un lado más humorístico, su trabajo se centra en lo contrario: equilibrio, armonía, sutileza. “En redes vemos que todo tiene nombres nuevos, nuevas modas, te quieren vender más cosas. Yo prefiero quedarme con lo que sé que hago bien, reforzar eso, mantener mi esencia”, enfatizó.
Esa fidelidad a su identidad profesional es lo que, según él, permite destacarse en medio del ruido digital. “Con los años aprende a leerle a tu clienta desde que entra, por como te saluda. Ya sabes leer todos los gestos, la actitud, ya entendés lo que la persona quiere. A veces pasa que te pide algo natural, pero en su cabeza, "natural" es otra cosa y ahí es importante saber guiarle”, puntualizó. “El maquillaje es una conversación sin palabras. Se trata de interpretar, sugerir con respeto y lograr que la persona se vea y se sienta bien. Eso es lo que vale”, agregó.
Entre sus próximos proyectos figuran una academia de maquillaje o incluso su propia peluquería. “Una academia sería una forma de dar valor a todo lo que aprendí. Siempre me piden que enseñe, pero yo no quiero enseñar si no tengo bien estructurado todo. Ahora siento que es momento de planificar”, mencionó.